3. Contextos discursivos y artísticos sobre el afuera del cubo blanco

3.2. Algunos ejemplos entre comisariado y contexto a partir de la década de los sesenta hasta la década de los noventa

3.2.7. «Los Encuentros de Pamplona» (1972)

En el Estado español, en el inicio de los setenta, los últimos años del franquismo, destaca un evento singular, «Los Encuentros de Pamplona», de 1972, un festival organizado por el grupo de artistas ALEA (formado por Luis de Pablo y José Luis Alexanco). Este evento de carácter festivo tuvo lugar entre el 26 de junio y el 3 de julio de 1972 y se planteaba como un momento de cruce entre diversos formatos artísticos, como el cine, la poesía, el teatro, la música, al mismo tiempo que buscaban un diálogo entre lo contemporáneo, la tecnología y las tradiciones no occidentales o étnicas. En general, se querían potenciar aquellas tendencias del momento que favorecían la hibridación entre los medios, formatos intermedia, acciones e intervenciones en el espacio público (Díaz Cuyás, 2004, pág. 52). «Los Encuentros» fueron ideados como un evento de carácter internacional para la ciudad, es decir, un proyecto que trataba de popularizar las formas artísticas más nuevas que estaban dándose en el ámbito internacional y estatal y que nunca antes habían sido presentadas ante el gran público. Esta iniciativa contaba con financiación privada proveniente de la familia de empresarios Huarte, que durante el periodo de posguerra había ejercido de mecenas apoyando el trabajo de varios artistas de vanguardia y «su labor había sido fundamental en el desarrollo de la arquitectura, la música, el diseño y el arte plástico de los años 50 y 60» (Díaz Cuyas, 2004, pág. 40).

Arquitectura efímera de Prado Poole en «Los Encuentros de Pamplona» (1972)
Fuente: https://static.arteinformado.com/documentos/eventos/02/27496/Jose_Miguel_de_Prada_Poole,_Cupulas.jpg.

El programa, ideado y diseñado íntegramente por artistas, contaba con una lista de unos 300 participantes tanto del ámbito estatal como internacional. El programa contaba igualmente con una serie de exposiciones, entre ellas, la muestra de «Arte Vasco Actual», que incluía algunos de los y las artistas más destacados del panorama artístico del momento, como Néstor Basterrechea, Eduardo Chillida, Agustín Ibarrola, Remigio Mendiburu, Isabel Baquedano. Sin embargo, hubo también muchas ausencias, participantes que se negaron a participar como Jorge Oteiza, que mostró su oposición ante la selección de artistas y desacuerdo con la iniciativa, ya que el artista consideraba que el evento debería girar en torno al arte vasco. También otros se oponían al evento por cierta falta de interés y rechazo ante el carácter festivo o ferial del evento que venían a plantear un ambiente de normalidad en plena dictadura, como «si aquí no pasará nada» (Díaz Cuyas, 2004, pág. 59), por parte de artistas como Pere Portabella, Antoni Tàpies o Joan Miró. Lo cierto es que, aunque en torno a los setenta comienza en el contexto español a desarrollarse una relativa normalización cultural, «Los Encuentros de Pamplona» chocarán con una carencia clara de cierta tradición de modernidad y, como explica José Díaz Cuyas, «aunque hubiera individuos informados, no existía un entramado social receptivo a este tipo de prácticas» (Díaz Cuyás, 2004, pág. 22). En este sentido, «Los Encuentros» avanzaron a partir de una sucesión de fracasos de diversos tipos, como la ubicación errónea de la sede del evento, una arquitectura neumática de grandes dimensiones diseñada por el arquitecto José Miguel Prada Poole y que estaba situada a las afueras de la ciudad–lo que dificultaba su relación con el resto de actividades que tenían lugar en el centro de la ciudad–, vandalismo contra muchas de las obras instaladas en el espacio público, boicot y retirada de obras por parte de algunos artistas vascos debido a una acusación de censura (Díaz Cuyás, 2004, pág. 23), e incluso dos atentados con bomba de ETA que mostraban con sus acciones su oposición directa al evento, una vez más por considerarlos una estrategia de normalización cuando la dictadura franquista todavía estaba vigente. Si bien es cierto que la recepción pública del evento generó un sinfín de desencuentros artísticos, sociales, ideológicos (el Régimen se oponía, pero también el Partido Comunista y su entorno cultural, ETA, etc.), «”Los Encuentros” ofrecían una imagen externa falsificada de España que indicaban que allí podía darse una manifestación de vanguardia sin problemas» (Díaz Cuyás, 2017, pág. 368). Sin embargo, el evento también posibilitó un encuentro experimental real entre artistas y las corrientes internacionales más nuevas (fluxus, situacionismo, cine experimental, performance, acciones, happening, danza, música concreta y electroacústica, mezcla también entre lo tradicional y la vanguardia, lo étnico y lo más vanguardista). Cabe destacar así algunas intervenciones del programa, la participación de John Cage en la inauguración, una exposición dedicada a obras plásticas y sonoras y sistemas de generación automática producida en vivo por ordenador, comisariada por Mario Barberá, y que contaba con Alexanco, Cage e Iannis Xenakis, entre otros muchos; instalaciones en el espacio público, como «Estructuras tubulares», de Isidoro Valcárcel Medina, una instalación de cien metros de longitud con tubos de andamiaje amarillo y negro que creaban diferentes ambientes en alusión a posturas corporales, como pasear, estar de pie, sentado o tumbado (Diaz Cuyás, 2017, pág. 31); proyecciones de cine experimental, audición de cintas y proyección de diapositivas en cines de la ciudad y un programa de visionado de películas experimentales en circuito cerrado de televisión, coloquios; y diversas intervenciones en la cúpula neumática como una instalación de vídeo, intervenciones musicales y obras instalativas de Vito Acconci, Christo, Walter de Maria, Joseph Kosuth, Antoni Muntadas, On Kawara, etc. El programa también supuso un contexto único en el Estado para la presentación de la música de vanguardia y el encuentro entre artistas internacionales y locales, como por ejemplo la actuación de los hermanos Artze, un concierto de txalaparta en el exterior del Museo de Bellas Artes de Pamplona, bajo la rúbrica «música primitiva vasca» –que aparecía en el cartel anunciador–, la primera actuación que realizaron única y exclusivamente con txalaparta y que generó mucha expectación entre los artistas y músicos que asistieron (Hurtado Mendieta, 2017, págs. 390-391).