3. Contextos discursivos y artísticos sobre el afuera del cubo blanco

3.3. A partir de 1990. Ejemplos de comisariado ante los nuevos contextos del cambio de siglo

3.3.1. Introducción

«Ser site-specific es decidir o recodificar las convenciones acordadas y exponer sus operaciones ocultas para revelar las maneras en que las instituciones dan forma al significado del arte para desafiar su valor cultural y económico.»

Birchall (2015)

Como hemos visto, a partir de la década de los sesenta, el comisariado se desarrollará como «una actividad mediadora y performativa cercana a las prácticas artísticas» (O’Neill, 2012, pág. 88) dedicada, en primer término, a traducir y diseminar ante el público sus nuevas formas desmaterializadas. La consecuencia de ello traerá la configuración de nuevos espacios para la producción, distribución y presentación artística, al mismo tiempo que surgirán iniciativas críticas ante las dinámicas hegemónicas institucionales, lo que creará espacios o proyectos independientes, e incluso actividades, en el museo o las instituciones artísticas que reclamarán otras maneras de trabajar más comprometidas con las circunstancias sociales y políticas del momento. Además, poco a poco, se conformará una posición más sólida para la figura del comisario o comisaria, ya que se les dotará de más protagonismo, lo cual también se volverá contraproducente en algunos casos, pues se criticarán aquellas tendencias que acaparen demasiado espacio minimizando las capacidades de los artistas.

La década de los noventa vuelve a reclamar una mirada sobre los lugares, emplazamientos y contextos sobre los que surgen y se desarrollan las prácticas artísticas. En este periodo, emergen nuevos modelos de comisariado, en diálogo estrecho con los y las artistas, que incidirán de manera específica sobre diversas realidades sociales, lo que generará proyectos artísticos de encargo que en muchas ocasiones responderán a un marco curatorial previo. El término de las estéticas relacionales, acuñado por Nicolas Bourriaud en 1995 (en el texto para el catálogo de la exposición «Traffic», que comisarió en el CAPC de Burdeos), aglutinará muchas de estas iniciativas, aunque también surgirán al tiempo otras posiciones artísticas y curatoriales que conscientemente querrán distanciarse del término, y para ello atribuirán  a las formas artísticas que defendían diversas contradicciones derivadas, sobre todo, de una carencia autocrítica sobre el rol del arte y su implicación con un modelo de cultura que cada vez será más complaciente con el sistema capitalista neoliberal dominante. Lo cierto es que, como bien apunta la artista norteamericana Martha Rosler, «en cualquier comprensión del capitalismo de la posguerra, el papel de la cultura se vuelve fundamental» (Rosler, 2010). En Culture Class: Art, Creativity, Urbanism (‘Clase Cultural: Arte y Gentrificación’), Rosler nos ayuda a entender los procesos económicos de desindustrialización que transforman el espacio urbano de muchas ciudades, primero en Estados Unidos, y más tarde en cualquier lugar del mundo donde la fuga de capital y la externalización de la industria, apoyadas por las políticas estatales, traerán consigo un declive socioeconómico que se hará visible en algunos vecindarios de los centros de las ciudades. A partir de aquí, la cultura y el arte serán invitados a revitalizar estas áreas en un plan de reconversión urbana que alimentará los intereses de gentrificación de estas zonas por parte de las administraciones locales en favor siempre de la clase media blanca. El arte y los y las artistas serán invitados a formar parte de dicha revitalización a partir de una promoción de la cultura como herramienta clave en la regeneración y transformación de estas zonas deterioradas. Estos procesos, que se inician en los años sesenta, se harán más evidentes por su impacto global en diversas capitales y ciudades periféricas a finales de los años noventa. Por ejemplo, con la inauguración del museo Guggenheim de Bilbao se establece un nuevo modelo de transformación económica que sustituye el declive industrial por una nueva economía de servicios. Estos cambios afectarán a las formas de producir arte y a las maneras en que el arte se relacionará con el espacio público y el contexto social. En este sentido, Claire Bishop apunta a cómo «previo a la institucionalización del arte participativo, después de las Estéticas Relacionales, no había un lenguaje adecuado para tratar las obras de arte en la esfera social que no fueran simplemente activistas o arte comunitario» (Bishop, 2012, pág. 202).

A partir de los noventa, mientras los comisarios y comisarias, las bienales y los distintos órganos de producción artística se embarcan en proyectos socialmente comprometidos, se irán añadiendo valor o generando procesos de gentrificación de áreas desfavorecidas, como emplazamientos mediante la promoción de la cultura y el arte (Birchall, 2015). Sin embargo, más allá de las trampas y retos que surgen de las fuertes transformaciones sociopolíticas derivadas de la desindustrialización de la mayoría de los países de Occidente, es importante constatar también que la producción artística replanteará también un potencial crítico, catalizador del activismo social y de nuevos modelos de arte comunitario. En última estancia, se propondrán nuevos modos de trabajo comprometido con las circunstancias económicas, de clase y etnia (Decter y Draxler, 2014).

Asimismo, ya a finales de la década de los ochenta, se abrirá un nuevo mercado centrado en el medio expositivo y en los agentes activos en su mediación (los comisarios y comisarias), lo que generará un impacto a escala global. En los años noventa, esta tendencia se asentará, se completará el discurso dominante en torno a la figura del comisario o comisaria de bienal y se creará un mercado específico para un comisariado global nómada y una comunidad de espectadores que seguirán la pista de sus producciones. Frente a estas dinámicas propias de la esfera internacional del arte, que cada vez se va ampliando más, surgen otros modos de producción artística que abren desde el contexto estatal nuevas posibilidades entre la producción artística, el comisariado y el contexto específico español.