2. Formas de hacer y casos de estudio

2.5. Voces para transformar a Colombia (2018)

Construcción de la narrativa

En 2009, el Museo Nacional de Colombia publicó un folleto que tiene una serie de formatos y pautas maestras muy útiles sobre el ejercicio curatorial en los museos. Sobre los instrumentos de quien ejercer la curaduría, quiero detenerme un momento en el guion curatorial que «se despliega como un recipiente y un ordenador de las ideas que los investigadores- curadores tienen y desean expresar en una experiencia espacial-sensorial-museística». A este guion se le da distintos nombres de acuerdo con su alcance y propósito. El componente más conceptual del guion normalmente recibe el nombre de científico, y aquel documento que tiene desarrollo de contenidos y pautas de diseño se conoce como museográfico. Veíamos anteriormente este asunto de separar la teoría de la práctica como algo cuestionable. Todo guion es científico en cuanto que debe proponer formas de conocimiento, experiencia, comunicación y aprendizaje. En algunos casos, resulta imprescindible un desarrollo profundo del guion científico; es el caso del guion para el Museo de Memoria de Colombia, que surge como parte de las iniciativas de reparación simbólica de las víctimas de conflicto armado en Colombia, de acuerdo con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, de 2011.

En los lineamientos conceptuales desarrollados para el museo se incluyó un apartado sobre el guion que desarrolla temas, mensajes y ejes narrativos. El texto que alude a los ejes curatoriales describe:

«Los ejes narrativos Cuerpo, Tierra y Agua tejen los contenidos descritos en el guion museológico así como en el recorrido del museo, su programación y apuesta pedagógica. La historia que el MNM (Museo Nacional de la Memoria) contará desde estos ejes es la de cómo la historia del país se teje tanto por la guerra y las violencias como por las iniciativas de paz, las resistencias, las reformas políticas y los procesos de paz.

Los ejes narrativos posibilitan una manera de contar dicha historia: son un modo de entrada del visitante a la experiencia del museo, un sujeto narrativo que da testimonio sobre el pasado, presente y futuro, y un lugar analítico conceptual desde el que se explican las características, repertorios y causas de la guerra. Si bien cada eje narrativo puede contar la historia desde un lugar específico de experiencia o de emplazamiento de la mirada, estos se interrelacionan y complementan de la misma manera que tierra, agua y cuerpo están conectados en el paisaje y conforman un ecosistema tanto de materialidades como de relaciones entre seres vivientes, ciclos de vida, transformación, muerte y modos de vivir, actuar y concebir el mundo.

La opción por estos ejes narrativos posibilita poner el relato de la guerra en un entramado histórico, humano y cultural, y a la vez contar y explicar de manera relacional las modalidades de violencia, los actores de la guerra, las dinámicas regionales y las experiencias, percepciones y respuestas de las comunidades y grupos sociales.

La tierra y el territorio, los cuerpos de agua como ríos y ciénagas y el cuerpo/persona pueden narrar la guerra desde una materialidad y una geografía: un territorio ubicado en un lugar determinado de la geografía nacional sufre afectaciones específicas asociadas con el despojo y la destrucción y revela luchas históricas por el acceso y defensa de la tierra y la autonomía; un cuerpo de agua – como el río– pasa por lugares emblemáticos de la guerra, y por él circulan tanto cuerpos y objetos del terror como las caravanas del retorno y por la paz; un cuerpo humano que reside en un cierto lugar lleva inscritas las huellas de la violencia y le da voz a las historias personales y colectivas sobre el día a día de la guerra y sobre los proyectos de construcción de paz y democracia.

Los modos en los cuales nos relacionamos con la tierra y los territorios, con el agua y con el cuerpo-persona nombran maneras de construir cultura e identidades, de sentir y vivir el mundo, así como modos de concebirlo y explicarlo desde la política, el conocimiento ancestral, lo espiritual y lo simbólico.

La relación que las personas, las comunidades y los grupos humanos tienen con la tierra, el agua y sus cuerpos integran estas materialidades en el tejido denso de relaciones sociales que incluye seres humanos y no humanos, prácticas culturales y políticas que definen su sentido de pertenencia e identidad, y un amplio repertorio de prácticas que reconstruyen las relaciones y resisten las violencias letales. Para grupos indígenas, comunidades negras y la gran población campesina del país, tierra y agua construyen identidades y entrelazan sentidos del ser como persona. La guerra, sin duda, ha dejado profundas afectaciones sobre la tierra, el agua y el cuerpo, y los relatos que pueden escucharse construirán memorias diversas del día a día en la guerra».

Una de las primeras tareas que asumí en 2016 fue apoyar al equipo de museología del Museo de Memoria de Colombia en el ejercicio de pensar y desarrollar una narrativa propia para responder a la necesidad de generar un relato sobre el conflicto armado en el país en clave de reparación simbólica. Uno de los frutos fue la exposición «Voces para transformar Colombia», realizada en la Feria del Libro de Bogotá y la Fiesta del Libro de Medellín (segunda ciudad más grande de Colombia).

La exposición no constó solo de una muestra museográfica, sino de todo un museo en escena. Para ello se diseñó una escenografía temporal de 1450 m²  y un espacio adicional de 200 m² para la construcción de un teatro. El proyecto fue resultado del trabajo de cientos de aportes y de la participación que se sintetizó en el trabajo de curadores, artistas, víctimas, arquitectos, diseñadores, entre muchos otros. Puntualmente, el rol curatorial implicó la apertura a trabajar con personas de múltiples y diversas profesiones, saberes e historias de vida. Para poder trabajar este tipo de proyectos también hay que estar dispuesta al aprendizaje constante, a la humildad, a la negociación, al intercambio y al trabajo con otras.

Los ejes narrativos descritos arriba, fruto del trabajo curatorial, fueron desarrollados para la exposición «Voces». Los guiones de la exposición desarrollaron estos postulados conceptuales en casos de estudio en torno a veinte territorios en Colombia, realizados con comunidades e individuos. Cada caso contenía instalaciones que comprendían vídeo, audio, fotografía, escultura, murales, cartografías, dibujos, historias gráficas, entre otras posibilidades.

Vista de la exposición «Voces para transformar Colombia». Eje cuerpo, Organización Femenina Popular (2018)
Fuente: Juan David Laserna.

 

Vista de la exposición «Voces para transformar Colombia». Eje tierra, caso despojo de tierras en Magdalena (2018)
Fuente: Juan David Laserna.

 

Vista de la exposición «Voces para transformar Colombia». Eje tierra, desplazamiento en la Comuna 13 (2018)
Fuente: Juan David Laserna.

 

Vista de la exposición «Voces para transformar Colombia». Eje agua, caso resistencia del consejo comunitario de Yurumanguí (2018)
Fuente: Juan David Laserna.

Este guion incluyó los textos expositivos, uso de apoyos museográficos, como cifras, mapas y otros dispositivos, además de piezas con sus medidas y formas de montaje. Por lo general, al final de la exposición se hace un guion que comprende versiones finales de PDF corregidos, de piezas audiovisuales producidas para asegurarse de que todos los contenidos finales se dejan plasmados en una memoria expositiva.

La pregunta por el lugar de la curaduría en estos procesos no ha sido un tema estudiado a fondo, a pesar de que se suele asociar la necesidad de reparar a las víctimas de un trauma con algún tipo de monumento o museo memorial, es decir, con emplazamientos conmemorativos. Sin embargo, no existe una fórmula ni un género de museos «de reparación». Como lo analizábamos para el caso de «Velorios y santos vivos», la curaduría se erige como un espacio de negociación de saberes y necesidades. En el caso de la reparación simbólica, se trata un conjunto de distintas iniciativas en las cuales deben estar representadas las víctimas, pero sobre quienes no puede caer el peso de la representación. Sería absurdo pensar que además de lo que han sufrido y resistido millones de personas, se esperara que su reparación fuese también su responsabilidad.

Aquí entonces se necesita ejercer una curaduría generosa que deje el ego al lado no por altruismo, sino porque así lo demanda la ley. La reparación simbólica no se logra con discursos curatoriales autocontenidos, se logra construyendo puentes entre las víctimas, entre víctimas y no víctimas y entre distintos actores de un conflicto armado.

Al respecto, hay otros retos que aún la curaduría que se desarrolla en el ámbito de los derechos humanos debe asumir. Esto tiene que ver con el reto de cómo involucrar a la sociedad en una reflexión colectiva sobre responsabilidades y agencia frente a la violación de derechos humanos. En Colombia el conflicto armado interno se expande por más de seis décadas. No se puede decir que haya rincón o familia que se quede fuera de esta historia. Así mismo, hay responsabilidades de diversos actores armados (legales e ilegales), civiles (empresarios, funcionarios públicos, políticos) y de otros que, si bien no participaron directamente en el conflicto armado, hemos vivido muchas veces con resignación.

La curaduría en este campo se erige como una forma de activismo, de movilización social, de movilización emocional, de promover transformaciones de creencias, de comportamientos. En ese sentido, en este módulo hemos pasado de nociones muy básicas de una función curatorial sobre el campo de las artes a otras que se interrogan por el carácter político e ideológico de la representación del pasado y todas las posibilidades que caben de un nivel a otro. Toda subjetividad curatorial requiere de posturas éticas firmes frente al oficio, frente a la obra de los artistas, pero también frente a los y las otras con quienes trabajamos. En el caso de la curaduría de derechos humanos, esto es mucho más evidente y más sensible. Las comunidades y las personas vulneradas ponen sus vidas en nuestras manos y, por tanto, asumir la curaduría rebasa cualquier manual de gestión curatorial.

Para cerrar este módulo quería referirme a los aprendizajes durante el ejercicio curatorial. Ningún enriquecimiento de la labor está exenta de encontrar críticos que, muchas veces, no dudarán en volver sus desacuerdos un asunto personal. En otras ocasiones, habrá personas que -con un ánimo más constructivo- podrán presentar sus objeciones. En ambos casos, se hace necesario escrudiñar estas opiniones para ver si hay aportes que puedan ser tenidos en cuenta y qué material será necesario desechar. Finalmente, tanto artistas como curadores trabajamos en escenarios políticos y será inevitable toparse en algún momento con quienes ostentan posiciones encontradas, pero es también lo que hace que el oficio sea interesante, dinámico y cambiante. Que sus fronteras sean difusas y no podamos dar una definición exacta del oficio curatorial y que, por lo contrario, esté en constante definición es lo que hace que, después de veinte años de aprendizaje, yo todavía sienta que tengo mucho camino por delante.