5. Las comunidades y sus objetos

5.1. Museos comunitarios como autorrepresentación

Los casos presentados anteriormente, tanto en el contexto africano como en el latinoamericano, nos hablan de comunidades que fueron desposeídas de sus patrimonios y con ellos de su historia. En esta última parte del texto queremos proponer una mirada a las iniciativas de apropiación y puesta en valor de objetos y narrativas desde lo comunitario. Esta perspectiva resalta la heterogeneidad y diversidad de comprensiones y definiciones sobre el patrimonio, más allá de la versión hegemónica promovida por organizaciones supranacionales como Unesco. Nos interesa la participación de las comunidades y sus disputas en la construcción de sentidos, particularmente en el ámbito de museos.

En América Latina, como consecuencia de la Mesa de Santiago ICOM de 1972 y las influencias de la pedagogía crítica de Paulo Freire y Orlando Fals Borda, la museología crítica ha sido un aporte fundamental en las resignificaciones del museo como un lugar de conflicto que no es neutro ni autónomo, sino que está siendo permanentemente interpelado. Así, el museo adquiere un papel político y de transformación social a partir de su potencial para movilizarse por lo colaborativo y desde el diálogo intercultural. En esta línea, los museos comunitarios presentan experiencias enriquecedoras que amplían la noción de museo occidental.

La Red de Museos Comunitarios de América, conformada en el año 2000, propone las siguientes definiciones y características de este tipo de museos:

«Un museo comunitario es creado por la misma comunidad: es un museo “de” la comunidad, no elaborado a su exterior “para” la comunidad.

Un museo comunitario es una herramienta para que la comunidad afirme la posesión física y simbólica de su patrimonio, a través de sus propias formas de organización.

Un museo comunitario es un espacio donde los integrantes de la comunidad construyen un autoconocimiento colectivo, propiciando la reflexión, la crítica y la creatividad. Fortalece la identidad, porque legitima la historia y los valores propios, proyectando la forma de vida de la comunidad hacia adentro y hacia fuera de ella. Fortalece la memoria que alimenta sus aspiraciones de futuro.

Un museo comunitario genera múltiples proyectos para mejorar la calidad de vida, ofreciendo capacitación para enfrentar diversas necesidades, fortaleciendo la cultura tradicional, desarrollando nuevas formas de expresión, impulsando la valorización del arte popular y generando turismo controlado por la comunidad.

Un museo comunitario es un puente para el intercambio cultural con otras comunidades, que permite descubrir intereses comunes, forjar alianzas e integrar redes que fortalece cada comunidad participante a través de proyectos conjuntos».

Estos enunciados plantean los museos comunitarios como una herramienta de cohesión y organización basada en la autorrepresentación. A continuación, exploraremos un caso emblemático de Ecuador que permite especular sobre otras concepciones de museo, sentidos de pertenencia y construcción de narrativas propias.