5. Las comunidades y sus objetos

5.2. Un museo viviente

En 2019, junto con la historiadora Malena Bedoya, realizamos una investigación sobre museos comunitarios en Ecuador para preguntarnos en qué medida estas experiencias comunitarias ampliaban las ideas fundantes del museo tradicional y nacionalista. Uno de los casos seleccionados fue el Museo Viviente Otavalango, ubicado en la ciudad de Otavalo, provincia de Imbabura.

El museo está emplazado en el espacio de la antigua fábrica textil San Pedro, que inició sus actividades a mediados del siglo XIX y que, después de pasar por varios dueños, quebró en 1998. En 1999, en medio de una crisis nacional generalizada que llevó al país a la dolarización, el inmueble pasó a manos del Estado para ser rematado. En 2008, René Zambrano, actual director, tuvo la iniciativa de crear un museo a partir de un sueño que tuvo. Recordó el espacio abandonado de la fábrica y motivó a que se reunieran sesenta familias, entre ellas muchos extrabajadores de la fábrica, para adquirirla con la intención de tener un museo. De esta manera, en 2010 el predio y sus construcciones fueron compradas en subasta por este colectivo por un valor de 365.650,23 dólares en un plazo de quince años. En la página web del museo, se destaca este origen comunitario y el hecho de que son «los primeros dueños indígenas» de esta fábrica:

«En 2011, nuestra compañía de veinte familias Kichwas Otavalos se hizo los primeros dueños indígenas de La Fabrica San Pedro –una fábrica de textiles alimentado por 200 años con labor indígena explotada–. Desde eso, hemos estado desarrollando con cariño un museo para compartir, preservar, y rescatar nuestra cultura. En vez de solo exhibir artefactos viejos, el Museo Viviente muestra con energía los juegos tradicionales, bailes, y cuentos ancestrales con todos que vienen, sirviendo como un centro comunitario tanto como un museo. Nuestros guías hablan de la experiencia vivida así como la formación profesional, entonces venga para aprender acerca de la cultura indígena de aquellos que lo conocen mejor. A sólo cinco minutos del centro de Otavalo!»

El museo se estructura a partir de la arquitectura histórica que se conserva distribuida en las construcciones del Obraje, la Casa Cruz y la Casa del Patrón. El recorrido aborda tradiciones, festividades y rituales mediante objetos, vestimentas, instrumentos, utensilios, etc. A primera vista, el despliegue museográfico se asemeja a una propuesta tradicional de representación etnográfica, sin embargo, este museo no puede visitarse sin el acompañamiento de mediadores indígenas que activan los objetos mientras sucede el recorrido.

Una parte importante del recorrido es la visita a las ruinas de la fábrica textil donde se propone una reflexión sobre el trabajo y la explotación. El espacio está deteriorado, envejecido y vacío; no están las máquinas tejedoras ni otros insumos, pero es justamente ese vacío el escenario para narraciones desgarradoras sobre abusos, maltratos e injusticias cometidas en ese lugar a trabajadores indígenas. Por ejemplo, René Zambrano, que dirige el museo y realiza las visitas, recoge el testimonio de otros extrabajadores como Arturo Benalcázar, fundador del primer sindicato de la fábrica:

«Yo veía a mis compañeros como les maltrataba. Especialmente el don Pietro Miranda Lalama. A ustedes, a los indígenas. Cogían del pelo, dice, de aquí, así daba la vuelta, así, y sacaba, dice, de donde quiera, a veces cuando cualquier cosa pasaba, aquí en esta fábrica. Era, dice, cinturón negro, artes marciales. Y así mismo era boxeador, dice. Nadie le paraba. Por eso es que él aquí nos pegaba. Como quiera, dice, pero a mí nunca me topó, porque yo, dice, ver que a todos mis compañeros sean mestizos o especialmente indígenas trataban como que fueran animales, dice. Por eso yo formé el sindicato de todos los trabajadores, dice. Primero comenzó aquí, dice, aquí en esta fábrica San Pedro. Aquí yo formé, dice, el sindicato, porque como maltrataban, dice, a los trabajadores, aquí en esta fábrica (René Zambrano, grabación del 15 de junio de 2019, en Bedoya y Cevallos, en prensa).»

Arturo Benalcázar.

Figura 11. Ruinas de la fábrica textil San Pedro que forma parte del recorrido del Museo Otavalango
Fuente: Museo Viviente Otavalango.

El museo realiza periódicamente encuentros de memoria oral y talleres sobre distintos temas dirigidos para la propia comunidad y también a públicos más amplios. Uno de estos encuentros, realizado en junio de 2019, permitió compartir testimonios sobre la situación de las mujeres en este contexto de explotación:

«Muchos dicen que en la zona de Quichinche hay las haciendas, y en estas haciendas vivían niñas, vivían jóvenes, vivían mamas, tías. Y a esas mamas, a esas tías, les violaba el capataz, les violaba el mayordomo. Y de eso, algunas mamas nacieron. Y de eso, orgullosamente, Mama Mercedes Panamá, eso está hablando. Y sí, ahora yo digo, es guerrera, una compañera que defiende la medicina ancestral y siempre cuando nosotros vamos a la comunidad de Tangalí, donde ella vive, pues cuando vemos el [pueblo] de Tangalí y le vemos que la compañera está haciendo su baño ritual a la gente; o sea eso es mama Mercedes Panamá. Y por eso es que le hemos invitado para que comparta su vida, comparta sus vivencias.»

Luzmila Zambrano, grabación del 15 de junio de 2019; en Bedoya y Cevallos, en prensa.

En ambos relatos, la violencia se recuerda no desde la victimización sino desde la fortaleza de las personas. Es importante recordar que los maltratos a los que se refieren son relativamente recientes y que todos quienes fundaron el museo los experimentaron en algún punto de sus vidas. El énfasis en el testimonio nos lleva a comprender el museo como un espacio viviente y de oralidad que, a diferencia de la visualidad predominante en Occidente, se enfoca en las personas y la interacción con los visitantes que permiten actualizar contenidos mientras se nutren de las situaciones cotidianas (Bedoya y Cevallos, en prensa). Mediante el idioma kichwa, la oralidad en este contexto también se entiende como una estrategia de sobrevivencia desde la colonia, como instrumento para depositar la memoria y promover la insurgencia (Kowii, 2019). En este sentido, el museo es una posibilidad de generar narrativas propias y de posicionar su voz frente a los académicos o expertos que históricamente han buscado etnografiar a los otavalos y su situación social.

Figura 12. Comunidad kichua otavalo en el Museo Otavalango
Fuente: Museo Viviente Otavalango.