Este tipo de modelo de «nueva bienal» desde el sur es en el que se ampara BIENALSUR en el año 2015 para proyectarse limitando –pero expandiendo al mismo tiempo– su concepción de lo global articulado desde el sur y abrazándose a la idea de una región extensa unificada más allá de lo límites geográficos. Este proyecto, a diferencia de la mayoría de los otros ejemplos, no surge explícitamente desde entornos gubernamentales (aunque hoy en día haya gobiernos que participen), sino que surge desde un entorno universitario público nacional y se posiciona políticamente nutriéndose de los diferentes recorridos de las diferentes bienales del sur pasadas y sus curadurías para diseñar un modelo que, desde su concepción, funcione como un manifiesto de cómo una bienal puede ser pensada desde el sur siguiendo un modelo discursivo contrahegemónico. Sin embargo, se lleva adelante con financiación mixta (diferentes aportes económicos de los gobiernos que integran la bienal, pero mayormente mediante mecenazgo de empresas privadas, colecciones e incluso individuos privados) y, como consecuencia, también arrastra consigo muchas de las características neoliberales de los modelos venecianos posteriores a la caída del Muro de Berlín que terminan resultando, como poco, contradictorias.
Si bien la bienal es gestionada por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), tampoco se limita a sí misma. La BIENALSUR busca crear y desarrollar en cada edición una red de instituciones colaboradoras para trabajar de manera asociativa y expandir sus límites geográficos. La última edición de BIENALSUR (2019) se realizó en 112 sedes de 47 ciudades de 21 países. De esta manera, por un lado, se puede dejar de pensar en la bienal asociada a un centro particular y, por otro, evita que la diversidad implique siempre una relación de cuotas de participación. Esta estructura, que podría significar una oportunidad de integración y relacionamiento horizontal entre pares, podría terminar teniendo una connotación jerárquica que reproduce los mecanismos globales de institucionalización y validación del arte. ¿Qué obras se muestran en qué centros? ¿Qué comisarios exponen en las sedes más visitadas?
Esta bienal deslocalizada que se amplía con la participación de los diferentes centros, curadores y artistas juega en su discurso curatorial con la idea de «cartografía», lo que crea nuevos límites geográficos marcados por un recorrido en construcción que se mide en kilómetros según las propuestas que se van integrando y que toma como kilómetro cero la UNTREF. Este «poner en mapa» desde el sur y no mediante las fronteras políticas, sino mediante los vínculos comunitarios, puede ser entendido como una manifestación radical de una nueva idea de globalidad como conversación abierta donde incluso la temporalidad puede ser compartida; o como una forma de disolver el potencial valor de resistencia que significa el poner foco global en un espacio que antes resultaba periférico y que genera una cooperación más fluida de reconocimiento mutuo.
Estas exposiciones se suceden a la misma vez en diferentes puntos del mundo, y su simultaneidad no invita necesariamente a desplazarnos o acudir a puntos centrales. De esta manera, la colectividad solo funciona si el espectador la busca y si posee los medios para hacerlo, pero una vez más se corre el riesgo de que lo local y lo global no solo se friccionen, sino que se terminen de separar totalmente.
La colectivización del comisariado también se radicaliza y se aparta totalmente de la idea de «bienal de autor». Todos los años se convoca un llamado abierto a propuestas y, a su vez, se selecciona un Consejo Curatorial. El trabajo curatorial de este Consejo consiste en identificar en las propuestas presentadas cuáles son los diferentes ejes transversales que se han presentado, se busca que cada bienal sea una representación de aquellos puntos claves que espontáneamente se manifestaron en la convocatoria abierta como líneas comunes del pensamiento. Esto quiere decir que el Consejo Curatorial no propondrá un tema y diferentes artistas, sino que tendrá que elaborar los diferentes discursos curatoriales mediante la lectura y la interpretación de todas las propuestas presentadas.
Priorizando este criterio, los curadores tampoco podrán regirse por el currículum o por cualquier otro tipo de razón que no vaya más allá de estar integrados dentro de una línea de pensamiento común y resultar especialmente representativos. Una vez realizada esta selección conceptual, se realiza una segunda ronda de «viabilidad» en la que los organizadores de la bienal se ponen en contacto con los artistas o curadores seleccionados para ver de qué manera puede llevarse a cabo su propuesta, en qué espacio y con qué condiciones. Esto incluye la mayor cantidad de propuestas posibles dentro de aquellas que han sido seleccionadas, por lo tanto, la convocatoria es absolutamente libre. En una primera instancia, no se solicita la definición de un presupuesto de producción ni de montaje y se aceptan tanto propuestas de artistas como de curaduría de investigación que luego los curadores articulan entre sí bajo una curaduría general. Vale la pena resaltar que tampoco se solicita –en una primera instancia– que las obras o las curadurías propuestas se enmarquen en un espacio específico. Esta es una manera muy particular de acercarse al comisariado, ya que no tiene en cuenta la argumentación espacial o contextual, sino que se basa en el desarrollo de una idea de investigación, lo cual se escapa bastante de lo común en cuanto a la importancia del lugar en las propuestas curatoriales y, una vez más, hace espejo con la puesta en cuestión del concepto de lugar como espacio limitante. En la convocatoria abierta para la tercera edición (2021) se presentaron más de 5.500 proyectos procedentes de 108 países diferentes elegidos por tener una afinidad en cuanto a ejes discursivos reiterados entre la totalidad de los participantes.
Es importante destacar que, a pesar de que la bienal cuenta con financiación tanto pública como privada, ni los curadores ni los artistas seleccionados por llamado abierto saben a la hora de presentarse cuál va a ser la compensación económica por su trabajo. Esto trae implícita la idea de que el formar parte de la bienal ya es compensación suficiente y, si bien la paga dependerá de los costos de producción, también se asume que esta puede estar por debajo de lo correspondiente y, en ese sentido, a la legitimación de la bienal se le asume una equivalencia económica.
En la primera edición de la bienal, el Consejo Internacional de Curaduría BIENALSUR 2017 identificó las siguientes líneas curatoriales en las propuestas enviadas por los participantes. En ellas también se pueden ver líneas curatoriales de la concepción de la bienal más allá de esta primera edición:
- Arte y acción social. Sus propuestas curatoriales fueron proyectos de carácter social, pero realizados desde el arte, que ya se llevaban adelante y eran exhibidos. Con esto la bienal se asocia a proyectos preexistentes y de trayectoria y los incluye en su programación poniéndolos en diálogo con el resto de las exposiciones presentadas.
- Colección de colecciones. La integración de colecciones preexistentes y su articulación en el discurso contemporáneo. En esta línea también se asumió la posibilidad de integrar instituciones normalmente más herméticas, como museos o colecciones privadas, ya no solo como espacios que hospedan exposiciones, sino integrando sus propias obras.
- Arte en el espacio urbano. El arte en el espacio urbano como posibilidad de desbordar los límites de lo institucional y, de este modo, quebrar los límites entre lo público y lo privado y acercarse así a un espectador inesperado.
- Arte en la frontera. La intervención explícita de «espacios frontera nacionales» en esta primera edición resulta una reafirmación conceptual en uno de los ejes principales de la bienal: la transnacionalidad.
Al tratarse de una primera edición, estos ejes curatoriales dan claridad sobre cómo van a ser los modos de mostrar y qué tipos de actores se van a tener en cuenta en esta BIENALSUR que, a primera vista por su amplitud, puede resultar algo nebulosa, ya que no se elabora –o al menos no se dice públicamente– una estructura clara, sino que se indica únicamente la posibilidad de generar una estructura nueva. Sin embargo, quizás lo más interesante es ver cómo estos ejes surgieron de la convocatoria abierta. Esto se puede entender como un primer logro de la bienal, y es el de haber provocado una respuesta en diferentes actores del campo artístico no solo a participar, sino también a pensar la BIENALSUR colectivamente.
En la segunda edición (2019), estas líneas se expanden y, si bien aún hay una gran parte de repensar el lugar del sur y de la bienal, se expanden también los territorios y, por ende, los recorridos que en kilómetros contiene su cartografía. Los ejes curatoriales comienzan -esta vez sí- a poner en discusión temáticas más allá de la estructura de la bienal en sí misma. El Consejo Internacional de Curaduría BIENALSUR 2019 identificó las siguientes líneas curatoriales en las propuestas recibidas: tránsitos y migraciones, memorias y olvidos, cuestiones de género, arte y ciencia o arte y naturaleza, modos de ver y, una vez más, arte y espacio público.