3.2. Borrar la historia
El documental You Hide Me (1970), del cineasta ghanés Nii Kwate Owoo, retrata una parte importante de la historia africana: el pillaje y el saqueo de los artefactos culturales africanos por los europeos mediante un recorrido por el Museo Británico de Londres. El documental registra las reservas de la colección africana del museo y se pregunta por su pertenencia. En una charla reciente, el cineasta contó cómo logró el acceso y la autorización para filmar este espacio, particularmente con la agenda anticolonialista que le movilizaba. Kwate Owoo recuerda que solicitó una cita con el curador de la sección africana; para esto rentó un traje de tres piezas con reloj en el bolsillo del pecho. Cuando el curador le preguntó por sus intenciones, él dijo: «Estoy aquí porque si no hubiera sido por ustedes y sus habilidades para preservar, esto hubiera desaparecido, quiero hacer una película que les rinda tributo». Frente a esto, el curador le respondió: «En el museo solo se observa el dos por ciento de lo que tenemos, el resto está abajo». Así conoció la reserva de la colección africana y pudo filmarla en una sola sesión. Kwate Owoo menciona que le hicieron pagar 300 libras y le asignaron guardias de seguridad, paradójicamente, para evitar robos. El documental fue controversial desde su lanzamiento porque terminaba exigiendo el regreso de los objetos a África. Además, fue censurado en el Reino Unido y se le prohibió la proyección en Ghana por supuestos «sentimientos antibritánicos».
Entre estos objetos de la colección del Museo Británico se destaca un conjunto importante de piezas que se ha denominado de modo genérico como bronces de Benín, provenientes de Nigeria. Estos bronces creados por pueblos edo se encontraban mayoritariamente en el palacio del rey Oba Ovonramwen Nogbaisi (Overami) y constituían un registro histórico del Reino de Benín desde al menos el siglo XIII, e incluso registran la llegada de los primeros emisarios portugueses en el siglo XV. Sin embargo, la legitimidad de posesión del museo ha estado en discusión porque provienen del saqueo de los soldados británicos durante la «expedición punitiva» de 1897. Por esta razón, la importancia de estos bronces radica en la justicia que significaría su proceso de restitución y en la posibilidad de las sociedades contemporáneas de acceder a un registro de su historia.
La justificación de este expolio fue la supuesta barbarie con la que fueron tratados los socios y militares británicos en la denominada «masacre de Benín», y también el barbarismo atribuido a los indígenas de Benín. En el último lustro del siglo XIX los comerciantes británicos veían que el rey Overami se había convertido en un obstáculo para sus pretensiones, por lo que solicitaron la intervención de las autoridades británicas para deponer de sus funciones al rey. A principios de 1897, las tropas de Benín capturaron al cónsul general interino James Phillips y, dada sus negativas a desistir en sus intenciones de acercarse al rey, fue asesinado junto a sus tropas, unos 250 hombres. Este fue el pretexto para que, en julio de 1897, el Imperio británico enviara un operativo de castigo e invasión a Benín, con unos 1.200 soldados y un enorme poder de armas de largo alcance que arrasarían a las tropas de Overami, armadas de forma rudimentaria con lanzas, arcos, flechas y machetes. Así se argumentó la necesidad de intervención de la mano civilizatoria británica.
Se habría ofrecido a pagar los costes de la «expedición punitiva» con la venta del botín sustraído del Reino de Benín. El rey fue depuesto de su cargo y expulsado a Calabar, hasta su muerte en 1914. Benín fue arrasado y experimentó una recesión económica y un descalabro institucional británica. Para el antropólogo inglés Dan Hicks, en su reciente publicación The Brutish Museums: The Benin Bronzes, Colonial Violence and Cultural Restitution (2020), la «expedición punitiva» puede comprenderse como un acto de venganza que luego desembocó en el pillaje y la venta de piezas a decenas de museos y sujetos particulares de toda Europa y Estados Unidos.
Los imperios atesoran los objetos del expolio manteniendo una especie de guerra colonial, solo blanqueada por la asepsia del conocimiento científico expresado en el relato de la «historia mundial» contada por el museo. En ese sentido, Hicks afirma que la noción de «vida social» o «biografía de los objetos» ha servido para sofocar cualquier discusión sobre la violencia colonial duradera y el despojo, silenciando las historias de pérdida y muerte (Hicks, 2021, s. p.). Este conocimiento eurocéntrico proviene de una necropolítica, en el sentido en el que plantea el filósofo camerunés Achille Mbembe, por lo que sugiere un ejercicio de arqueología contemporánea que desarrolle no una escritura de la «historia mundial» sino una escritura forense que lleve a comprender la verdad de la «escena del crimen» que fue la colonia. A partir de esta crítica radical al museo, Hicks sugiere no una biografía de objetos sino una necrografía que explica la construcción de autoridad mediante la usurpación de ese poder a otros pueblos a quienes se les sustrajeron las herramientas de las que disponían para contar sus historias. De ahí la importancia de los bronces de Benín en la actualidad, porque tenían la función de activar la memoria de su comunidad, hasta que fueron arrebatados por los soldados británicos.