3.4. Tecnopatrimonio y el poder de las copias
Para cerrar esta revisión de casos del colonialismo europeo en África, analizaremos un proyecto artístico que reflexiona sobre los regresos más allá de las negociaciones burocráticas y las lógicas del Estado nación. Además, abre posibilidades de apropiación y construcción del patrimonio mediante recursos tecnológicos. El proyecto La otra Nefertiti (2015), de los artistas alemanes Nora Al-Badri y Jan Nikolai Nelles, consistió en un escaneo 3D clandestino del busto de Nefertiti exhibido en el Museo Neues de Berlín. Este objeto es una de las piezas centrales del museo, que recibe a unos 780.000 visitantes al año.
La efigie de Nefertiti, de unos 3.500 años de antigüedad, fue encontrada en diciembre de 1912 en las ruinas de Amarna en Egipto por un equipo de excavadores patrocinado por la Sociedad Oriental Alemana, a cargo del egiptólogo alemán Ludwig Borchardt (1863-1938). El busto llegó a Berlín en 1913 mediante el sistema de partage, que buscaba frenar el saqueo indiscriminado mediante la repartición de los hallazgos al 50 % entre Egipto y la entidad extranjera. Según esta ley, se debía realizar una inspección y Egipto tendría la propiedad de cualquier objeto de valor excepcional. Sin embargo, la legalidad del reparto se ha puesto en duda por las irregularidades cometidas en el proceso de inspección, y se ha atribuido a Borchardt el registro impreciso del objeto en el inventario (en su material y descripción) y su ocultamiento del hallazgo durante varios años a la comunidad científica.
La escultura estuvo en manos de James Simon, principal mecenas de la Sociedad Oriental Alemana, quien la donó al Museo Egipcio de Berlín, donde se expuso por primera vez en 1924. Desde ese momento, Egipto realizó reclamaciones para el retorno de Nefertiti, todas infructuosas hasta la actualidad. Los argumentos de las autoridades alemanas para rechazar la devolución se han basado en que la adquisición en su momento fue «legítima», así como en razones de conservación, con las que se descartan incluso préstamos temporales.
En el Museo Neues, que fue reabierto en 2009, el busto de Nefertiti tiene una ubicación privilegiada, en una sala exclusiva e incluso un tratamiento particular, ya que no se permite fotografiar este objeto. Este fue uno de los factores que motivó el proyecto de los artistas Al-Badri y Nelles, que cuestionaban el derecho que se atribuye el museo sobre esta imagen y la soberanía sobre la interpretación y la historia de este objeto. El propio museo comisionó un escaneo de alta calidad que no fue difundido al público, sino explotado comercialmente, es decir, a las razones políticas de controlar el uso y la circulación de imágenes se suman las razones económicas por concepto de licencia de imágenes.
El proyecto se inició con un escaneo en 3D del busto sin permiso del museo, mediante un escáner portátil camuflado sobre el pecho. De esta manera obtuvieron un archivo con una gran cantidad de detalles del volumen y la textura (archivo STL con 100 MB y una densidad de 9.000 polígonos). Posteriormente, liberaron el archivo para el público como descarga libre y denominaron la acción como Nefertiti Hack. Las reacciones iniciales se expresaron en una serie de apropiaciones y remixes del objeto que promovían la discusión sobre la propiedad cultural y las preguntas sobre la originalidad a un público más amplio. Para los artistas, aquí surge el poder de las copias, cuando dejan de ser esclavas del objeto original y liberan la forma para contar nuevas historias con estéticas diversas. También se plantea el papel de la tecnología, en este caso como piratería digital, que evidencia
«la relación conflictiva entre los intereses privados garantizados por las leyes de propiedad intelectual y la idea de una cultura de acceso abierto.»
En cuanto a la noción de regresos, una parte importante de su acción consistió en la producción de una copia para exhibirse en Egipto, no como una réplica exacta, sino como un objeto que develaba su cualidad de reproducción técnica y la información que contenía. Para generar expectativa, produjeron un vídeo que emulaba imágenes documentales de saqueadores que se encontraban con una réplica exacta de Nefertiti. Esto motivó más interrogantes sobre el valor del objeto único y la potencial desvalorización de la pieza de museo. Para los artistas, el gesto de restitución de la información encarnada en el busto de Nefertiti buscaba desligarse de los procesos realizados mediante mecanismos administrativos que hacen de los Estados nación los dueños legítimos del patrimonio. En contraste con eso, su postura es la de relacionar los objetos con las sociedades vivas que se identifican y se apropian de ese pasado y que, en el museo, aparecen como civilizaciones muertas y desconectadas con el presente.
El proyecto finalizó en el desierto, donde enterraron la impresión 3D a modo de contraexcavación, como plantea Al-Badri:
«Siempre nos referimos a esto como un “contra-acto” a las excavaciones, porque en el acto de excavar se encapsula una noción occidental de objetos, de descubrimiento. Personifica la idea de un mundo occidental que está extrayendo, y un mundo no occidental o antiguo que está dejando rastros para que lo encontremos. Por lo tanto, también concebimos nuestro acto como uno de devolver. Nos gusta que la idea de que nuestros artefactos se conviertan, como decimos, en “tecno patrimonio” para que alguien lo encuentre en cien o tres mil años, o tal vez nunca. En realidad, ¡sería muy feliz si nunca fuesen encontrados!»
Esta noción de tecnopatrimonio resulta fundamental para cuestionar a los museos como estructuras de poder coloniales que, mientras que legitiman su posesión de los objetos de los «otros» y construyen sus representaciones, ocultan un problema de acceso que trasciende los argumentos legales sobre la propiedad hacia el derecho al conocimiento.