4.1. La invención de la nación latinoamericana
¿Cómo entender las formas en las que se ha constituido la idea de lo patrimonial en América Latina? Y, en consecuencia, ¿qué ha sido objeto de patrimonialización en esta región? Las patrias latinoamericanas fueron constituidas por las élites blancocriollas, desde proyectos armados a medio camino entre los movimientos autonomistas e independentistas que rechazaban las viejas estructuras de la monarquía española. Estas élites, al mismo tiempo que construyeron la imagen de ser las libertadoras de una población sometida a una monarquía, delinearon una forma de Estado nación que intentaba reemplazar, o cobijar, en el mejor de los casos, las instituciones del Antiguo Régimen. La experiencia histórica de las primeras fases de los nuevos países americanos evidenciaba una modernidad que no se podía desprender de aquellas estructuras que se habían forjado durante tres siglos de colonia. En este espacio surgen varias contradicciones que constituyen las condiciones de posibilidad de las nuevas identidades nacionales en América Latina, con procesos diferentes de conformación de los Estados nacionales, pero con la imposición del proyecto de las élites blancocriollas sobre otros sectores sociales como denominador común.
Durante el siglo XIX, el proyecto de Estado nación imaginado por las élites blancocriollas en América Latina apelaba a una nueva forma de administración del poder, pero con una sociedad que difícilmente se transformaba en la dirección que exigía la modernidad. Esta nueva forma de orden sociopolítico fundamentó su legitimidad no solo en las nuevas instituciones que se crearon a partir de la conformación de los Estados, sino en una nueva forma de sociabilidad que experimentó buena parte del conjunto social radicado en las urbes. Es en esta dualidad entre Estado y sociedad civil donde se configuran las nuevas identidades y sentidos de pertenencia.
La lingüista canadiense Mary Louise Pratt (2010) denomina transculturación al proceso por el que los criollos construyen el imaginario de las nacientes repúblicas a partir de los legados de Humboldt en su conceptualización de la nación. Mediante un análisis de los escritos de viaje de varios intelectuales latinoamericanos –entre estos, Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento e incluso Simón Bolívar–, Pratt observa un marco común desde el que imaginan las posibles soluciones al vacío que generaban los procesos de transición de las independencias y la creación de las nuevas naciones desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX. El discurso de Humboldt, entre científico y estetizante, reinventa América para Europa desde la representación de lo exótico e inhóspito, en clave naturalista. Así, esta imagen fue el lugar de partida desde el que los euroamericanos se autoinventaron como naciones.
Para el caso de Bolívar, Pratt sitúa al libertador y al científico en el escenario de sus respectivas ascensiones al volcán Chimborazo en Ecuador en 1822. Bolívar logra ascender más allá del punto alcanzado por Humboldt y, con ello, no solo superar a la ciencia, sino mirar hacia el futuro y convertir su ascenso en una alegoría de su misión política: la fuerza que le mueve a seguir es su ideal revolucionario. Décadas más tarde, en la obra cumbre del periodo independentista, Facundo o Civilización y barbarie (1845), el político argentino Sarmiento también evoca las tierras baldías de Humboldt, pero para cuestionar el pasado. La barbarie eran las sociedades indígenas y la violencia colonial. Tanto Bolívar como Sarmiento vivieron en Europa y estaban «desencantados» con la realidad del sujeto criollo poscolonial, porque eran descendientes de esos españoles a los que condenaban. Por esta razón, para sus proyectos tomaron como referencia los escritos de Humboldt y la Europa del Norte. Sarmiento fue más radical: como presidente de Argentina (1868-1873) emprendió una campaña contra los indios pampas y contra los gauchos y favoreció la inmigración de europeos. Paradójicamente, en un futuro, esa misma cultura gauchesca sería evocada para construir la tradición nacional argentina.
En este sentido, en la voz de los intelectuales latinoamericanos, las nuevas repúblicas aparecían como una creación propia de América, pero con elementos europeos. Desde este marco ideal se proyectaron hacia el futuro de las sociedades, en las que se erigieron como sus líderes, legitimando una forma de dominación ya prefigurada por la idea de raza, alta cultura y civilización. De modo que, quienes más se aproximaban a los elementos de la creación europea de las repúblicas americanas eran estas élites blancas, que llevaron a delinear un sentido de unidad cultural, condensado en la idea de la «latinidad» de América. Según Pratt, una conciencia americanista que atravesaría los distintos proyectos de Estado nación que surgirían a lo largo del siglo XIX y que al final tendrían como sustrato un relato europeizante (Pratt, 2010, págs. 321-322).
A continuación, abordaremos tres casos que ponen en discusión el contexto de invención de la nación latinoamericana a partir de la contradicción entre los usos identitarios del pasado prehispánico por parte de las élites y el exterminio o negación de las comunidades indígenas, como se observa en el regalo del Tesoro Quimbaya por parte del presidente de Colombia a la reina de España en 1892; y en los procesos de restitución de restos humanos indígenas del Museo de la Plata en Argentina. Además, nos interesa evidenciar la actualización de estos relatos en las desposesiones que realiza el Estado moderno a las comunidades, como en el caso del traslado del monolito de la deidad Tlaloc del pueblo de Coatlinchán al Museo Nacional de Antropología de México en 1964.