4.2. El regalo ilegítimo
El Museo de América en Madrid, creado en 1941, es la única institución estatal española que exhibe exclusivamente colecciones provenientes de las excolonias americanas. En un análisis de las representaciones sobre las poblaciones indígenas del continente americano en este museo, Villarreal y otros (2014) consideran que el discurso museográfico de las salas permanentes celebra y justifica la colonización de América, mientras homogeniza las poblaciones indígenas y las ubica fuera de la modernidad occidental. Este discurso está impregnado de una perspectiva eurocéntrica y evolucionista que se evidencia en el tratamiento de lo «primitivo» frente a la complejidad, atribuida a lo inca, maya o azteca, así como en el silenciamiento de los procesos de independencia y la contemporaneidad de los pueblos indígenas (2014, pág. 76).
La sala titulada «Mundo funerario» exhibe una colección de 121 piezas de oro conocida como el Tesoro Quimbaya, que corresponde a un ajuar funerario excavado por huaqueros en 1890 en Filandia, región de Quindío, en Colombia. Estos objetos llegaron al museo como un regalo realizado por el presidente colombiano Carlos Holguín a la reina regente María Cristina de Habsburgo, en el marco de la Exposición Histórico-Americana de Madrid en 1892, organizada para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento de América. Esta exposición formaba parte de estos eventos, concebidos como «universales», que promocionaban el progreso occidental, los productos y las riquezas. La exposición de Madrid, con su énfasis en lo histórico, promovió la exhibición de antigüedades de los territorios conquistados por España. En este contexto, el Tesoro Quimbaya fue el centro de la instalación colombiana de objetos prehispánicos y, por su extraordinario valor, permitió posicionar la idea de una «tercera civilización de América» y a las élites bogotanas como «herederas» de esta civilización muisca (Schuster y Buenaventura, 2020, págs. 35-36).
El regalo estuvo motivado por el laudo arbitral que fue proferido por la reina de España en mayo de 1891 a favor de Colombia en la disputa territorial con Venezuela. Así, este regalo puede ser visto como un gesto y dispositivo de las élites criollas para reificar los objetos precolombinos en función de un imaginario nacional en ciernes, relegando el valor de las sociedades prehispánicas y sus conexiones con las poblaciones indígenas del presente (Field, 2012, pág. 81). En el fondo, la ideología del hispanismo que se sustentaba en la idea de una «raza vencida» es la que marca este gesto diplomático. Como propone la historiadora ecuatoriana María Elena Bedoya:
«La distancia que se genera con los pueblos indígenas y sus antigüedades depende de la adhesión a las lógicas del tiempo de Occidente y a la aceptación de las “bondades” de la conquista: es, entonces, una mirada en una línea temporal marcada por la ideología del progreso bajo la égida del hispanismo y lo civilizatorio. Por consiguiente, el ejercicio diplomático fundamenta su gestión en el aprovechamiento máximo, obsecuente y adulador, acorde con una política del favor, que se concretiza en el regalo de objetos confeccionados en metales preciosos de diversa índole. Estos vestigios son, ante todo, cosas sin procedencia real reconocida, pero sí con una imaginada, dentro de un pasado muerto, visto sólo a través del prisma y el aval universales.»
A partir de la donación, el Tesoro Quimbaya se asignó a la colección del Museo Etnográfico y en 1945 fue trasladado al Museo de América. Desde la década de 1970, se expresaron intenciones políticas de solicitar su repatriación a Colombia. Sin embargo, el proceso legal más reciente se inició en diciembre de 2006, cuando el abogado Felipe Rincón planteó una demanda alegando la inconstitucionalidad del regalo donado por el presidente Carlos Holguín, quien debía solicitar autorización al Congreso para enajenar bienes nacionales y celebrar un tratado con otro Estado. Después de varias instancias, en 2012 el abogado Rincón planteó una acción de tutela en la Corte Constitucional. Durante una audiencia en 2016 hubo varios pronunciamientos, entre ellos de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), que se sumó al reclamo y destacó la relación de las poblaciones indígenas actuales con las del pasado:
«Hoy los 102 pueblos indígenas no hacemos parte de una civilización muerta sino de la continuación de una herencia milenaria, encargados de proteger el precioso legado, de crear y defender la vida en todas sus formas y representaciones.»
En octubre de 2017, la Corte Constitucional de Colombia decidió a favor del retorno del Tesoro Quimbaya, y ordenó al Gobierno que realizara los esfuerzos necesarios para el regreso de la colección arqueológica. Los argumentos se basaron en la violación de los artículos de la Constitución que establecen que el patrimonio arqueológico es inalienable, imprescriptible e inembargable y, además, en la vulneración de derechos colectivos relacionados con el patrimonio.
Actualmente, tres años después del fallo, el caso enfrenta negociaciones diplomáticas que han sido juzgadas como tímidas por parte de asociaciones ciudadanas, como la Academia de Historia del Quindío. Por su parte, el Museo de América recalca en su página web la legitimidad de su posesión, afirmando que la colección «llegó a España como un regalo realizado a iniciativa unilateral, voluntaria y libre del propio gobierno de Colombia». Además, de acuerdo con la legislación internacional, este pedido no genera obligatoriedad para España. Así, la posibilidad de concretar este regreso depende de las conversaciones diplomáticas y la intermediación de los comités de la Unesco. En conclusión, este caso nos permite ver que los marcos de la legalidad y de la legitimidad se construyen de formas diferentes, lo que hace de los procesos de repatriación un proceso de larga duración.