Este es un estudio sobre las respuestas de varios artistas a la crisis en Europa, Estados Unidos y América Latina ante monumentos a esclavistas y perpetradores de genocidio. Las protestas y los eventos iconoclastas, cada vez más intensos hacia esos símbolos, están promoviendo el escrutinio de las figuras que los celebran, lo que nos facilita comprender partes de la historia desde el punto de vista de sus víctimas. Esta enquistada presencia de dichas estatuas-monumentos y de sus significantes en el espacio público nos parece hoy signo de una desconsideración a los cientos de millones de víctimas de la colonización y del esclavismo que viven a su alrededor de manera cotidiana. Por esta razón, las obras producidas por los artistas sobre esos monumentos y los espacios que ocupan forman parte de un proceso de reajuste y confrontación con la memoria histórica de la sociedad que no solo erigió estos símbolos del colonialismo y la supremacía blanca, sino que también desempeñó un papel activo en la construcción de los mitos y las narrativas destinadas a preservar su poder. Durante el proceso de este estudio ha sido fascinante conocer la miríada de trabajos y de referencias relativas al iconoclasmo y a las cartografías-archivos generados a lo largo de la historia o enlazados a los casos recientes. Como dice un artículo en el diario inglés Counterfire.org: «La creciente campaña para eliminar la iconografía racista nos acerca a un currículo progresista y descolonizado para las generaciones futuras». La educación es, pues, un eje primordial de encuentro entre todos estos esfuerzos colectivos y los distintos sectores de la sociedad que se suman a las reivindicaciones de sus víctimas más involucradas. Los trabajos de los artistas representados en el siguiente estudio son solo una pequeña muestra de los efectos intensos de la atmósfera de descolonización crítica que surge en zonas específicas y crisis localizadas; además, son relevantes por la supremacía y sus acciones opresivas extendidas hasta nuestros días.
En la historia de todo evento iconoclasta suelen converger minorías oprimidas, rebeldes e insurrectas, o, todo lo contrario, estrictos ortodoxos de varias creencias religiosas confrontando otras expresiones y sus iconos. Pero todos se manifiestan bajo la forma del ataque directo a figuras, monumentos y efigies, o símbolos. El aspecto casi ritualista de estos gestos –que ejercen una violencia no tan simbólica, aunque sea dirigida hacia símbolos inanimados– nos retrotrae a las profundidades del tiempo. Los llamados «defacing», las pintadas o las destrucciones parciales o totales de monumentos, estatuas y altares; la destrucción o mutilación de cuerpos monumentales petrificados, representando a dioses paganos (como en el caso de los primeros cristianos contra la Grecia clásica y Roma), a reyes depuestos y a héroes obsoletos por cambios de régimen, es un ejemplo de la pervivencia de estas acciones. Los monumentos, las estatuas o los nombres de calles y plazas reflejarán siempre a quienes están siendo reconocidos por el statu quo, al Poder en mayúsculas. Los vencedores y sus epistemologías son siempre los que deciden qué «monumentos» y simbologías de poder van a situar en el espacio urbano y dónde lo harán. Un poder consolidado precisamente porque puede usar y usa como propia una zona desde donde ejerce una ostentación simbólica de lo que le representa. Esto se impone precisamente por su monumentalidad y escala, un «ocupar un espacio público» como advertencia (advertising) o como tótem-fetiche que guarda o protege a dicho poder al ocupar los lugares de quienes han sido vencidos y deben ser olvidados. Estas revueltas iconoclastas reaccionan ante una supremacía blanca que se establece de manera estructural y social en Estados Unidos o en el Reino Unido, y que, en la UE, incluida España, se revela en su crudeza en políticas de extranjería y de regulación de vidas inmigrantes ilegales. En este sentido, el sur de Europa vuelve a ser instrumentalizado por el mando central para ejercer de «frontera», de «policía», y de muro geográfico de contención para proteger el fortificado centro y norte.
Al priorizar el estudio del movimiento de solidaridad internacional y de concienciación antirracista, este trabajo reflexiona también acerca de una realidad local (la del contexto actual español) sobre la que no estamos muy acostumbrados a trabajar: la descolonización. El objetivo es indicar los huecos de opresión que esta situación liminal ha generado, tanto en nuestra propia historia como en los numerosos monumentos y símbolos de supremacía fascista situados en miles de espacios urbanos de la península. Esperamos establecer una serie de comparaciones y contrastes entre lo que podemos considerar como una intencionada performatividad, acción y uso del cuerpo en aquella presencia que resiste (como volumen inmóvil y aislado, ocupando en un momento dado un espacio hostil) y el estar solo ante una contingencia. Así, el ejemplo de Rosa Parks al no bajarse del bus o el de la simbología del antimonumento como víctima del racismo europeo del siglo XIX, significada en el cuerpo disecado de «un negro» (como se define al botsuano de Ciudad del Cabo) en el museo de Banyoles. Exploraremos las éticas y necesidades históricas, sus diferencias o similitudes, entre los iconoclastas y los gestos anticoloniales actuales.
Este es un estudio sobre prácticas artísticas implicadas en desarrollar propuestas críticas sobre el tráfico de esclavos, la colonización o el fascismo (localizado en España) que responden a los múltiples gestos y acciones de solidaridad internacional en su concienciación antirracista y antifascista. Introduciremos una microgenealogía de referencia en la que enmarcaremos los trabajos que se presentan como casos de estudio en Chile, Argentina, Perú, Colombia y República Dominicana, y los pondremos en relación con tres elementos inscritos en las coordenadas Madrid-Barcelona: Madrid y el Valle de los Caídos, con el trabajo y filme del artista y documentalista Manuel Correa; y Barcelona, con unas muestras sobre las críticas de los anarquistas en 1886 a la construcción del monumento a Colón (en cuya figura ya se veía por entonces un símbolo del esclavismo), dedicando un espacio a las polémicas generadas por la historia sobre el «Negro de Bañoles», con el doctor Alphonse Arcelin, y la estatua de Antonio López. Como parte central del estudio presentamos un cuestionario a la artista Esi Eshum de Londres a raíz de su último ensayo visual, The Unbecoming, y las fotos de uno de mis trabajos producidos en 2013 como documentos de los encuentros efímeros de una visitante con una escultura dedicada a Leopoldo II en su museo africano de Bruselas.