2.6. Antonio López frente al «Negro de Banyoles» (y el monumento al Doctor Arcelin como eje antirracista y reparador en Barcelona/Cataluña)
Lo que ha ido sucediendo en Occidente con los cuerpos y las vidas negros suma en sí mismo una colosal genealogía de la humillación, la brutalización y la deshumanización, junto a la extrema explotación y apropiación criminal de esos cuerpos y esas vidas. Esto incluye el tráfico a gran escala y todas las medidas de represión: desde cadenas hasta todo tipo de látigos y demás métodos de torturas. La concienciación y las herramientas para esta dependen de un trabajo que debemos hacer entre toda la base de la sociedad y con la implicación de varias generaciones. El esclavismo y el tráfico son parte de un capitalismo feroz y de su formato industrializado, global y a gran escala, donde las élites del viejo mundo trabajan desde complicidades nuevas con las élites de las nuevas repúblicas o federaciones de ambas Américas. Como señaló Marx: «La velada esclavitud de los trabajadores asalariados en Europa necesitaba para su pedestal la pura y dura esclavitud en el nuevo mundo». No podemos obviar (en este estudio que se localiza como punto de partida en Barcelona, escrito por un sujeto barcelonés) el famoso y desafortunado caso del «Negro de Banyoles», definición de por sí escalofriante sobre una historia aún más siniestra: la del uso del cuerpo de un ser humano para ser disecado como objeto de estudio. La mera posibilidad de que una persona acabara disecada (como negro) y embalsamada para formar parte de la colección y exposición permanente de un museo catalán (aunque privado) como el Darder nos muestra las relaciones específicas de la alta burguesía europea con la existencia de una red de tráfico de iconos africanos (que incluían al hombre capturado bosquimano o bechuano del Kalahari) para uso antropológico e intercambio especulador entre los ricos coleccionistas de París, uno de los ejes más comprometidos históricamente por su historial racista en África y Asia, junto a Bélgica, Alemania e Inglaterra. El siguiente párrafo escrito por Albert Lladó en La Vanguardia sobre el libro de Miquel Molina Naturaleza muerta, que cuenta la brutal historia detrás del cuerpo del bosquimano del Kalahari, nos puede dar una idea de los complejos elementos en juego, tanto sociales como culturales y políticos, y de la naturaleza depredadora del ser humano con relación a sí mismo:
«El libro de Miquel Molina va mutando para que el lector se enganche a su obsesión, ahora compartida. Es un largo reportaje, pero también una novela de aventuras, y un relato detectivesco. Cada nuevo personaje supone un giro narrativo. Lo comprobamos cuando aparece en escena Francesc Darder i Llimona, fundador y director del Zoo de Barcelona, y quien compró en París (seguramente, en 1884) la momia disecada. Como no pudo venderla aquí, y tras enamorarse del paisaje de Banyoles, decide llevarla a un museo que bautizará con su apellido. El “africano confinado” llega en 1916 a su nuevo cautiverio. Allí permanecerá ochenta años convertido en una atracción turística. Esta historia no se entiende, sin embargo, sin la figura del doctor Alphonse Arcelin, nacido en Haití y residente entonces en Cambrils. Desde 1991, cuando escribe sin éxito al alcalde de Banyoles de la época, Joan Solana, comienza una batalla internacional para retirar el cuerpo del museo y darle un entierro digno. En 1997 apartan de la exposición “la pieza número 1.004”. Pero no es hasta octubre del 2000 que el cuerpo es repatriado, no sin polémica, ya que quien lo reclama es Botsuana –que no es su verdadero lugar de origen– en nombre de un “panafricanismo” que, sin duda, oculta otros intereses políticos. Arcelin, que había gastado todos sus recursos económicos en el litigio para conseguir dignificar a ese hombre anónimo, acude al funeral de Estado. Allí también está Miquel Molina. La última vez que se verán será en el 2001, cuando le cuenta cómo todos los políticos de la época, y en especial Jordi Pujol, le engañaron. El doctor morirá en el 2009 en La Habana.»
La petición de change.org de la Asociación Panafricanista Española lo describió de forma clara en 2016. Lo que me parece interesante de este caso es el contraste entre la universalidad de eventos como Black Lives Matter, que nos llegan en abundancia mediática, y el absoluto desconocimiento de la situación que implica directamente a Barcelona o Cataluña con relación a estos casos. Este contraste nos confronta con nuestra memoria selectiva de homenajes y causas célebres, frente a los olvidos y las imposiciones propias de una estructura social que deja al pueblo sin posibilidad de saber y de crecer en conciencia. Según afirma el texto de la petición del Movimiento Panafricanista por la Reparación Africana y Afrodescendiente de Europa dirigida al Ayuntamiento de Barcelona:
«Nosotros y nosotras, panafricanistas de España, miembros de la comunidad africana y afrodescendiente, nos sentimos actores responsables de este proceso histórico. Desde el año 1985 hemos liderado en la Ciudad Condal y el resto de España el proceso de promoción de las luchas sociales por la dignidad y la reparación negra. Durante estos 30 años de lucha por la reparación hemos tenido la capacidad de articular ideas en un contexto de extrema criminalización de la inmigración negra (negrofobia). El Dr. Arcelin escribió una de las páginas más interesantes de la ciudad de Barcelona, fundada por un general negro cartaginés de nombre Amílcar Barca. A pesar de la extrema violencia racista institucional, logramos arrancar victorias. En la lucha por la dignidad del negro de Banyoles, Arcelin jugó un papel importante y central en el impulso de la lucha contra el racismo. El “Moviment Panafricanista” hace un llamamiento a la ciudadanía a participar en este histórico cambio repleto de esperanza afropositiva. Hacemos un llamamiento a todos y todas, los y las simpatizantes, militantes amigos y amigas a apoyar la campaña de recogida de firmas para que la plaza actualmente dedicada al esclavista Antonio López sea bautizada con el nombre de Plaza del Dr. Alphonse Arcelin.»