1.1. Introducción
«El término autoorganización se toma prestado de la teoría de sistemas y las ciencias naturales, donde describe sistemas cuya organización interna tiende a aumentar en complejidad sin ser guiada por una fuente externa. En los últimos años se ha utilizado en relación con cierto tipo de grupos o redes sociales; en este contexto, el término no tiene una definición estricta, pero en términos generales se refiere a grupos que son independientes de las estructuras institucionales o corporativas, son no jerárquicos, abiertos y operan a partir de procesos participativos de toma de decisiones».
«Al considerar la autoorganización como una mera respuesta, no se tiene en cuenta que la elección de autoorganizarse implica una cierta dependencia dualista, entre lo propio, lo individual, y una comunidad organizada dentro de la sociedad. Esta dependencia se rige por un interés común más que por la formalidad y la obligación».
El término de autoorganización en el arte, su definición y su historia, desde la década de los años sesenta, comprende una serie de prácticas, procesos y experiencias colectivas que se ha dado dentro del campo de lo «alternativo», es decir, a partir de la ocupación de un espacio al margen de las estructuras institucionales o entidades privadas existentes.
La autoorganización también se concibe desde nociones como lo «independiente», el «sin ánimo de lucro» o los «espacios dirigidos por artistas». Todos estos apelativos apuntan a las formas mediante las cuales diversos grupos, colectivos y estructuras han emergido, desde la década de los sesenta, en el contexto del arte y han creado un catálogo de actuaciones artísticas y curatoriales que han dado la vuelta a la concepción de la producción artística contemporánea.
Al igual que apunta la comisaria y escritora Anne Szefer Karlsen, el interés común que ensambla lo colectivo es, en mi opinión, una de las claves principales a la hora de comprender la elección de la autoorganización en el comisariado. En otras palabras, el interés común va a ser aquello que provoque la constitución de una colectividad organizada y la haga avanzar a través del tiempo. Alzo mi voz en la introducción al tema para hacer visible mi posición enunciadora como miembro de una estructura autoorganizada que existe desde hace ya diez años. Dicha estructura es Bulegoa z/b (en euskera, ‘oficina sin número’), una oficina de arte y conocimiento ubicada en el barrio de Solokoetxe de Bilbao y en pie desde noviembre de 2010. Fundamos Bulegoa cuatro mujeres –Beatriz Cavia, Miren Jaio, Isabel de Naverán y yo misma– alrededor de una serie de intereses comunes que detectamos al comienzo de nuestros intercambios, incluso antes de tener un espacio propio. Con el tiempo, convertimos dichos intereses en líneas programáticas que han apuntalado conceptual y formalmente la estructura a lo largo de los años. Dichos intereses son: los procesos de historización, la traducción cultural, la performatividad, el cuerpo, lo decolonial, la teoría social, las estrategias de archivo y la educación. En nuestro caso, el deseo de ahondar, profundizar e incluso estudiar juntas dichas cuestiones desde un contexto propio ha sido el detonante principal y el motor que ha mantenido encendida la estructura todos estos años. En nuestro caso, esta ambición por penetrar cada una de las cuestiones que detectamos al comienzo y por hacerlo a largo plazo, como un proyecto que se expande sin límites en el tiempo, parte en realidad de un sinfín de desencuentros, mal entendimientos y desacuerdos entre nosotras a la hora de definir cada una de ellas. El mismo proceso de negociación colectiva se extiende ante la toma de decisión de las formas, prácticas y aparatajes teóricos que emplear a la hora de abordar estas categorías y construir una posición común y propia ante ellas. Todo esto nos ha llevado a conformar nuestro peculiar programa curatorial, del que hablaremos más adelante.
En este tema, se propone abordar la noción de la «autoorganización» desde el comisariado, de manera que se aportan algunas claves para analizar las lógicas que sustentan estas formas de producción que emergen de forma paralela a las estructuras institucionales, tanto públicas como privadas, establecidas. Para ello, se plantea una serie de casos de estudio, estructuras autoorganizadas –algunas ya desaparecidas, otras muchas todavía vigentes– que de manera retrospectiva –pero también en el momento presente– conforman posiciones clave a la hora de comprender una parte importante del avance de la producción en el arte contemporáneo. Estas estructuras nos ayudarán a desgranar algunas de las lógicas que sostienen la opción autoorganizada dentro del comisariado contemporáneo.