3.4. Bulegoa z/b
«Bulegoa nace y se define como respuesta a una serie de necesidades concretas y diferenciadas; entre ellas la de compartir nuestros propios procesos de investigación fuera de un contexto académico; establecer nuevos espacios de ruptura entre teoría y práctica, generar procesos de autoeducación, posiblemente desterritorializar debates, posiciones y formas establecidas de generar sentido en arte. Queríamos configurar un nuevo espacio para la producción de conocimiento que intentara trabajar con su contexto, pero que también generara una reflexión sobre su propia dinámica interna».
Bulegoa z/b inicia su andadura debido a un descontento que mis compañeras y yo compartíamos ante el panorama institucional del arte contemporáneo en el País Vasco y en la ciudad de Bilbao en 2010. Los programas artísticos más relevantes del contexto local hasta esa fecha habían sido suspendidos, y espacios de escala media, icónicos por su trabajo en la década de los ochenta, noventa y 2000, quedaban también anulados, aunque sus infraestructuras seguían en pie al ser destituidas sus direcciones artísticas. Instituciones como Arteleku (Donostia, San Sebastián), Sala Rekalde (Bilbao) y Centro Cultural Montehermoso (Vitoria, Gasteiz), todas ellas activas en el ámbito local en el ámbito expositivo y educativo, con un fuerte compromiso feminista y presentes también en la escena internacional, en primer lugar, perdían sus directores y directoras y comisarias tras campañas de desacreditación pública en los medios locales y, finalmente, veían reducido al mínimo la dotación económica que recibían desactivándolas y dejándolas como carcasas vacías al servicio de los intereses de los estamentos políticos. Su función quedaba así relegada a dar visibilidad a las políticas culturales imperantes. Incluso algunas de ellas, como fue el caso de Arteleku, pasó directamente a convertirse en objetivo de derribo como consecuencia de la burbuja inmobiliaria que el sistema cultural y económico neoliberal promovía. Ante esta situación, el modelo de institución artística que prevalecía en aquel momento en el panorama local era el de gran formato, la megainstitución, que en definitiva derivaba de unas políticas culturales que habían propiciado a mediados de los noventa el desembarco del museo Guggenheim en la ciudad de Bilbao. Una vez desaparecida la escala media, la escena artística quedó carente de una conexión directa con las instituciones. Como consecuencia, se daba la necesidad de una redefinición de los términos y relaciones entre la escena y la institución artística. A partir de este momento y de manera orgánica, comenzaron a emerger un sinfín de proyectos independientes que con los años han redefinido el panorama local de una manera inesperada y han enriquecido la noción de «institución» mediante la puesta en práctica de nuevas formas y modelos organizativos realizados, la mayoría de ellos, desde experiencias colectivas (Espejo, 2017). Sin embargo, este cambio, mis compañeras y yo no éramos capaces de verlo en ese momento. Nuestra preocupación se centraba en poner en relación nuestras propias prácticas: la sociología, la coreografía, el comisariado y la crítica con la intención de establecer un diálogo activo entre nuestros procesos investigativos y los distintos recursos metodológicos empleados en nuestras propias prácticas. Dedicamos nuestro esfuerzo a definir un lugar de cruce entre nuestras prácticas que respondiera a nuestros deseos inmediatos y condiciones vitales, por lo que extendimos los procesos de producción en el tiempo y generamos proyectos sin fecha límite ni término. Todo esto ayudó a configurar un espacio sin prisas ni urgencias ante demandas externas, lo que nos dotó de una posición propia a la hora de colaborar con otras instituciones, algunas de ellas de gran formato, ubicadas en la ciudad o en otros contextos. De estas colaboraciones surgieron proyectos a largo plazo que en ocasiones propiciaban nuevas dinámicas de cambio para las instituciones con las que trabajábamos, dinámicas que, al expandirse en el tiempo, se volvían en el mejor de los casos cambios estructurales.
Nos interesaba romper con las jerarquías existentes entre conocimientos, por ello, los primeros proyectos y líneas de programa (activas desde entonces) surgieron de nuestro interés por aprender las unas de las otras, pero también por la preocupación compartida en configurar un nuevo modelo institucional que escapara de las condiciones que se nos ofrecían en ese momento. De esta forma, algunas de las líneas del programa de Bulegoa se apuntalan en nuestro interés por el autoaprendizaje. Este es el caso de líneas como «Formas de conocimiento informe», que nos ayudó al inicio a definir nuestro espacio a partir de la invitación a modelos organizativos y prácticas singulares del ámbito internacional que llamaban nuestra atención y nos inspiraban a la hora de experimentar con diversas posibilidades organizativas. Más allá de este momento inicial, en el presente, esta línea nos sirve también para seguir proyectando Bulegoa como un proceso abierto que redefine sus lógicas de manera permanente y que desea seguir aprendiendo de otras formas de hacer, pensar y producir arte: E.G.B. (educación general básica), a partir de la cual organizamos «lecciones», sesiones pedagógicas impartidas por artistas, pensadores e investigadores, cursos y grupos de lectura, que nos posibilitan abrir el proceso de aprendizaje interno hacia otras prácticas; o Cine_ilegal, una iniciativa que la cineasta Marta Popivoda comienza en Belgrado en 2007 y que después de haberse realizado en diversas ciudades europeas, y tras diez años, solo continúa en Bulegoa. En Cine_ilegal, se proyectan películas que de alguna forma suscitan reflexión en torno a la idea de lo ilegal en el cine. Para ello, un voluntario o voluntaria propone una película y se encarga también de introducirla y de alentar a la conversación colectiva en torno a ella tras su proyección. Hasta la fecha de hoy, se han programado casi un centenar de sesiones, más allá de estas actividades que expanden la noción de «autoaprendizaje» por medio del programa.
Bulegoa ofrece otras líneas comprometidas con la producción artística y curatorial. En este sentido, destacan: «Producciones de una pared», que alberga producciones propias originalmente ideadas para el espacio de la oficina y que, de manera abierta, toma como punto de anclaje la única pared blanca construida en la oficina y que articula un espacio abierto no solo al formato expositivo, sino también a presentaciones más híbridas y temporales; el programa de residencias, donde alentamos el desarrollo de producciones efímeras durante la estancia de los y las residentes; y, por último, una serie de producciones curatoriales normalmente realizadas en colaboración con otras entidades o instituciones públicas que desde el principio han surgido una vez más cómo complejos procesos de aprendizaje o estudio alimentados por el diálogo abierto entre las prácticas y las metodologías de trabajo empleadas por cada una de nosotras.
Dentro de las producciones curatoriales realizadas hasta la fecha de hoy destaca 18 fotografías, 18 historias, un proyecto curatorial realizado en diálogo con If I Can’t Dance, I Don’t Want To Be Part Of Your Revolution, de Ámsterdam, que presenta y acompaña a Performance in Resistance, una obra del artista Isidoro Valcárcel Medina que, de manera crítica, aporta un registro fotográfico desde el presente de algunas de sus performances producidas entre la década de los sesenta y los noventa (la mayoría carentes de documentación fotográfica). El proyecto curatorial enmarca la producción del artista a partir de dos formas que emergen del estudio atento sobre la obra en performance del artista. La primera, una serie de paradas desarrolladas a lo largo de 2012 en siete ciudades del ámbito estatal e internacional donde diversos invitados e invitadas presentan «historias» construidas a partir de distintas aproximaciones, entre ellas, la ficción, registros historiográficos, experimentales sobre las performances estudiadas de Medina; y, la segunda, un libro que da cuenta de las diversas miradas aplicadas durante el estudio de las performances del artista.
Por último, cabe destacar otra producción propia, EL CONTRATO, un proyecto de dos años que desarrollamos en colaboración con Azkuna Zentroa (Bilbao) entre 2013 y 2015. Articulado en dos fases: un grupo de lectura (con una duración de diez meses) y una exposición (posterior al grupo de lectura) este proyecto se estructuró en torno a los temas tratados en las sesiones de lectura y reunió la obra de una treintena de artistas, así como un programa de cine, conferencias, performances y un nuevo grupo de lectura. El proyecto se impuso como objetivo reflexionar sobre la forma en la que los contratos, desde los más explícitos a los más tácitos, determinan las prácticas y los modos de hacer, estar y actuar.