1. ¿Qué es la curaduría y para qué le puede servir a un artista?

1.5. Transcuraduría

Dado que uno de los objetivos de este curso consiste en explorar los límites de lo curatorial y la forma en la que se solapa con la práctica artística u otras prácticas, es de interés ver cómo la pedagogía ha cuestionado también esos límites. Para ello, es interesante revisar la octava versión de la Bienal de Mercosur, en 2011, evento que se realizó en la ciudad brasileña de Porto Alegre. El curador general fue el colombiano José Roca e incluyó la figura del curador pedagógico, que asumió el mexicano Pablo Helguera. La educadora y artista Mónica Hoff hace una interesante presentación sobre cómo los roles del curador, el curador pedagógico y los mediadores se solapan y se enriquecen, lo que hace casi imposible una distinción entre las formas en las que se produce el conocimiento.

En esta misma línea, el texto de Helguera sobre transpedagogía para el catálogo de la Bienal suscita unas importantes preguntas para la curaduría pensada aún como una suerte de práctica «superior». A partir de lo que allí se expuso sobre la relación entre arte y educación, me imaginé una definición para un nuevo término que acuñé como transcuraduría. Dicha práctica, más allá de lo curatorial, implementa metodologías curatoriales que enfatizan la interacción social y las relaciones sociales, es decir, instancias de colaboración entre espectadores, artistas y curadores como responsables todos de un acto creativo, todos como aprendices en una relación horizontal. En ese sentido rescata el proceso educativo como un acto creativo y la generación de conocimiento como algo que se hace con otros y no basado en un modelo donde el maestro (o el artista o el curador) llena el vaso vacío del alumno (o del espectador). En este caso, el curador también aprende. Como la interacción social es fundamental, se fortalece la idea de la creación colectiva, es decir, hay cocuradurías que implican la experiencia más allá de la creación de objetos para abarcar las narrativas. En este modelo, los públicos no son meros recipientes, sino que su experiencia es fundamental y, por tanto, resulta clave pensar en esas alianzas entre curadores, artistas y públicos desde el inicio.