1. ¿Qué es la curaduría y para qué le puede servir a un artista?

1.6. El curador como autor o como intérprete

Camilo Ordoñez, curador bogotano, escribió su tesis sobre relatos de poder en torno a la curaduría en Colombia. Del apartado «Discutiendo sobre curaduría desde Bogotá. Autoría, poder y creación» surge una discusión interesante para retomar y abrir en otros contextos, y es la tensión que existe entre posiciones divergentes sobre si el curador es un autor o un intérprete.

Algunos ejemplos que surgen de este debate y retoman el texto de Ordóñez para entender la posición del curador como intérprete se valen de analogías de otros géneros artísticos. Tal como lo señalaba antes, el curador como un director de orquesta, o como un lector de un contexto que genera relatos cuyo fin es la experiencia de los públicos, aquel que no interviene las obras, un gestor que da visibilidad a las obras, un medio de comunicación entre distintos actores del sistema de arte: coleccionistas, galeristas, instituciones. Y por supuesto la máxima: sin artistas no hay curadores. En el asunto sobre la intervención de las obras, es evidente que un curador no lo hace literalmente, pero sí puede haber procesos de cocreación con artistas donde se vuelve dudoso el grado de autoría única del artista. Además, también puede pasar que un artista participe en la definición conceptual de una exposición (para la muestra las curadurías blandas que describo más adelante), y entonces diríamos que hay una intervención en el ejercicio curatorial. El caso que describo más adelante, «Bogotá SAS», es un ejemplo de esta metodología en la que los artistas se involucran en el desarrollo de una idea inicial y, por tanto, contribuyen no solo desde su práctica, sino en las discusiones teóricas.

En el otro extremo, en la defensa del papel del curador como autor, se puede definir como aquella autoría sobre un conjunto de relaciones. Evidentemente hay un acto creativo en la forma en la que se asocian, disocian, acercan, distancian, yuxtaponen imágenes, ideas, objetos. La autoría sobre el discurso que desarrolla la curaduría también es un punto a favor. Adicionalmente se cuestiona si el curador es un creador de espacios y experiencias o simplemente los resignifica. Si un curador realiza una exposición en la sala de un museo, ¿está creando nuevos significados sobre el espacio (lo cual no altera su poder enunciador inicial) o está creando un espacio «nuevo»?, ¿qué tanto le afecta el contexto previo existente sobre un espacio determinado? Pienso en las curadurías que se realizan en el interior de las ferias de arte, que, por más transgresivas que puedan ser sus ideas antimercado, estarán signadas por un contenedor que antecede unas condiciones específicas de recepción.

Creo que no es posible generalizar, que puede haber iniciativas en ambos sentidos si se explora la relación con el espacio como elemento fundamental del ejercicio curatorial. Las decisiones autorales incluyen definir coordenadas espacio temporales y técnicas de montaje. Importante enfatizar que el montaje no es únicamente poner objetos en la pared, es el arte brechtiano de crear relaciones justamente.

Evidentemente este ejercicio de sostener que el curador es un autor o un intérprete propone un falso dilema, porque quien hace curaduría tiene un pie en la interpretación y otro en lo autoral. Si en un lado del espectro estuviese la autoría y en el otro la interpretación, cada curador ocuparía un lugar distinto entre un lado y otro.  Retomando a Medina, cada curador tiene su manera de negociar o su propia subjetividad.