2.1. Introducción
En la sección anterior me he referido a reflexiones sobre la práctica curatorial en general como un oficio dinámico y en constante evolución de acuerdo con los contextos donde se desarrolla. En esta sección deseo hacer mención a algunos casos de estudio en los cuales he participado como curadora, como cocuradora y como coordinadora del proyecto general. Estos casos tienen la intención de mostrar la diversidad de formas en que se aborda un problema y las distintas metodologías para hacerlo, así como los resultados y retos.
En mi propia práctica curatorial hay preguntas que no se resuelven y cada curaduría es una respuesta parcial a esa pregunta. También he podido desarrollar algunos conceptos entre los cuales destaco la precariedad, que abarca otras ideas de igual importancia como lo inestable y lo contaminado, que no aparecen como temas visibles en los contenidos curatoriales, pero que se manifiestan en las decisiones tomadas para emplazar los proyectos o sobre cómo invertir el presupuesto.
En cuanto a la noción de precariedad, lo he mencionado anteriormente relacionado con el proyecto del artista Thomas Hirschhorn. La primera vez que exploré la precariedad fue en la cocuraduría Museo efímero del olvido:
«El Museo efímero del olvido no busca preservar. Así como el espíritu del Museo Precario, busca ser una plataforma de encuentro. Aunque lo constituyen las propuestas, es más que la suma de ellas. Quiere hacer visible no solo lo que la memoria recuerda y olvida sino los mecanismos mediante los cuales esta funciona. El Museo efímero del olvido se define a partir de los proyectos y estos, a su vez, definen el tiempo en el museo. Por eso, parte del proceso de esta curaduría implica olvidar –en parte– algunos de sus postulados iniciales y responder creativamente a lo que los participantes proponen desde sus prácticas particulares».
Lo precario se refiere a la vida en un mundo inestable y lo considero de vital importancia, porque la práctica museal o curatorial contemporánea responde creativamente al fin de los discursos universalistas y modernos, la trasgresión de las grandes narrativas y la resistencia a los relatos del imperialismo, colonialismo o capitalismo, así como la inestabilidad de las instituciones culturales y artísticas (años más tarde descubrí una elaboración del término en los trabajos de la antropóloga estadounidense Anna Tsing).
Esta idea de lo precario se enlaza con la pregunta: ¿De qué forma la curaduría responde a las características del tiempo presente? Reta a pensar la curaduría como una plataforma para las relaciones sociales que no se estabiliza sobre una institución o en estructuras rígidas, sino que puede evidenciar vulnerabilidades, encuentros no predecibles, carencia de control. En ese sentido importan más las personas, los procesos y los encuentros que la museografía o la grandilocuencia de la puesta en escena.
La precariedad como concepto unificador de mi práctica curatorial también la entiendo en la línea de lo que propone la curaduría blanda, y es el uso de los recursos, trabajar con lo que hay a mano sin desperdiciar. También me ha llevado a explorar y sentirme más a gusto en proyectos de corta duración. Sin embargo, la inestabilidad que generan los proyectos de este tipo, que pueden durar dos semanas o un mes, tiene consecuencias, como la carencia de continuidad de procesos que una exposición abre e instaura.
Esta situación me ha llevado a generar otras reflexiones sobre cómo pensar en términos de generar líneas donde los proyectos curatoriales se van sumando unos a otros para ir entrelazando temas, problemas e ideas de manera que estas no queden sueltas en eventos aparentemente aislados.