2.2. Algunos precedentes de vanguardia anteriores a la formulación del comisariado y su relación con la noción de contexto hasta la década de los sesenta
2.2.1. Introducción
A continuación, se propone un breve recorrido histórico que nos puede ayudar a comprender la evolución tipológica del espacio expositivo y también a desentrañar la ideología que lo acompaña. Este recorrido trata de rastrear los gestos curatoriales, inicialmente llevados a cabo por los propios artistas que se han venido dando dentro del contexto expositivo mayoritariamente y que, en definitiva, han moldeado sus condiciones y dinámicas públicas. Los ejemplos que a continuación se incluyen nos muestran la evolución de un vocabulario formal y espacial que trata, en primer lugar, de ejercitar un lenguaje crítico sobre la supuesta neutralidad del espacio expositivo y la concepción de la experiencia del arte como algo pasivo y carente de sujeción contextual e histórica. Los ejemplos que surgen a partir de la irrupción del arte moderno nos muestran el surgimiento de un catálogo de gestos que, en definitiva, son precomisariales en tanto que actúan críticamente y de manera reflexiva sobre los límites del espacio expositivo y que tratan de activarse cada vez que una obra se presenta al público en el espacio acotado de la galería, un espacio supuestamente neutro, pero que, como hemos mencionado anteriormente, está cargado de ideología.
En definitiva, este recorrido ofrece ejemplos de exposiciones, instalaciones e intervenciones artísticas que se abren de manera literal al contexto vital, social y que, en definitiva, ejercitan variantes del formato de display (modo de mostrar la obra) pertenecientes ya a la historia del arte. Estos primeros gestos previos a la formulación del comisariado como práctica diferenciada supusieron para las vanguardias históricas «la subversión de los diseños de exhibición que buscaban proporcionar una crítica de la experiencia pasiva del arte y su espacio de exhibición, a partir de la cual “los artistas comenzaron a considerar el contexto social, relacional y situacional de su práctica como parte de la obra de arte”» (O’Neill, 2012, pág. 10).
En el momento en el que artistas de vanguardia como El Lissitzky, Marcel Duchamp o Frederick Kiesler comienzan a introducir elementos de la vida cotidiana en su arte, se activa con ello una forma de reconsiderar al espectador como un agente activo que entra en juego a la hora de completar la obra desde su propia experiencia. De esta forma, el arte de vanguardia se volvió crítico con su propio desapego de la vida social y de las formas derivadas del confinamiento burgués, al que el arte había quedado sometido y que, en definitiva, generaba un desapego entre el arte y su función social. Como explica, O’Neill, muchos artistas de este periodo comenzaron a utilizar la exposición como el vehículo mediante el cual realizar un examen autocrítico de la separación del arte de su función social, lo que desafiaba el prestigio y estatus del arte que brindaba la cultura burguesa.
A partir de estos gestos iniciales, a lo largo del avance del arte en sus diversas fases de vanguardia y neovanguardia, artistas, comisarios y comisarias y diseñadores y diseñadoras de exposiciones han tratado de generar una mayor interactividad física entre el espectador y la obra de arte, por lo que se activa un mayor grado de participación con las obras, una tendencia que también evidencia desde los primeros gestos de vanguardia una renuncia ante el control de la autoría sobre la obra de arte.
Como hemos avanzado en el punto 1, O’Doherty sitúa el arranque de la ideología del espacio expositivo, o cubo blanco, en los salones parisinos oficiales y en aquellos que surgen de manera paralela alentados por las objeciones de los artistas ante los fallos proacademicistas de los jurados.