2. Contextos discursivos y artísticos sobre el cubo blanco

2.2. Algunos precedentes de vanguardia anteriores a la formulación del comisariado y su relación con la noción de contexto hasta la década de los sesenta

2.2.4. «El gabinete abstracto» (1927-1928)

El Lissitzky, quien sugerirá a Malévich trabajar en la Escuela de Arte de Vítebsk para desarrollar un nuevo concepto de educación artística basado en el suprematismo, aporta a la historia del comisariado otro ejemplo de vanguardia.

«El gabinete abstracto», El Lissitzky (1927-1928)
Fuente: https://lh3.googleusercontent.com/proxy/ZysW6ruRWS6ouyGeQRowR3gK0Ll4jAuOIAUpbM7WgJWR-c6cECvCxvrqNPr8RWGe7PdjfaKRelDWUDEmrTp6FGGty4NU90dvNOCW6KLn0lBXISAb_Qw.

«El gabinete abstracto» nos sirve tambié­­­­n para reflexionar sobre el avance del lenguaje instalativo en el espacio expositivo que directamente reclama una relación con la obra de arte más dinámica y situada en el contexto social y político que lo acompaña. La propuesta de El Lissitzky será realizada para una de las habitaciones del Landesmuseum, en Hanóver, entre 1927 y 1928, durante la dirección artística de Alexander Dorner. Este último va a invitar a una serie de artistas y diseñadores a idear en algunas salas del museo nuevos espacios expositivos para el arte contemporáneo del momento.

La primera invitación a idear un nuevo espacio expositivo será para Theo van Doesburg (editor de De Stijl y colaborador de Frederick Kiesler, miembro también de De Stijl y quien será muchos años más tarde, en 1942, el diseñador de la Kinetic Gallery (‘galería cinética’) para la exposición «Art of This Century» (‘arte de este siglo’), en Nueva York, con la financiación de Peggy Guggenheim y donde se exhibirán las obras de Breton, Ernst, Duchamp, Giacometti y Klee.

La segunda invitación va a ser para El Lissitzky, quien ideará la construcción de un espacio permanente dedicado a la presentación de arte abstracto. Las intenciones detrás del «gabinete abstracto» reclamaban directamente transformar la tradicional concepción pasiva del espectador y de su experiencia ante la obra de arte, es decir, dar por finalizada toda actitud adormecida del espectador ante la pintura y, sin embargo, tratar de transformar la experiencia artística en algo activo.

Las estrategias estéticas y constructivas que El Lissitzky llevó a cabo para alcanzar dicha reactivación en el espacio expositivo se materializaron de la siguiente manera: las paredes se pintaron a rayas utilizando distintas tonalidades de gris e incluso utilizó listones metálicos entre las distintas tonalidades. De esta forma, se conseguía un efecto cambiante en la percepción del color de las paredes, ya que su color pasaba de blanco a gris y de gris a negro a medida que el espectador se movía a través del espacio. También diseñó unos marcos corredizos donde se incluían cuatro obras, de tal forma que solamente era posible verlas de dos en dos, es decir, para ver las otras dos había que correr el marco. Por lo tanto, se requería de la participación activa del espectador para ver todas las obras. De igual forma, también ideó unas vitrinas con unos sistemas móviles que permitían ser cambiados. Además, El Lissitzky proponía (aunque no se hizo finalmente) instalar un sistema de iluminación eléctrica que cambiase de forma periódica para conseguir un efecto visual cinético entre el blanco, el gris y el negro. «El gabinete abstracto» fue concebido como un espacio dinámico donde se reclamaba la interacción del espectador, un ambiente con elementos móviles y que, en definitiva, provocaba una experiencia intensa y distanciada del resto de la arquitectura del museo que lo albergaba.