2.2. Algunos precedentes de vanguardia anteriores a la formulación del comisariado y su relación con la noción de contexto hasta la década de los sesenta
2.2.3. «La última exposición futurista: 0,10» (1910)
Los ejemplos que se incluyen ahora tratan de examinar las lógicas de montaje que todavía se dan dentro del espacio de la galería, pero que de manera directa responden a las lógicas espaciales de neutralidad del espacio expositivo. Dichos gestos de montaje provienen de los propios artistas a la hora de articular las formas de exhibición de sus obras y, en definitiva, todos ellos comparten la intención de generar un encuentro más directo entre el espectador y la obra de arte y expanden igualmente las rígidas reglas de exhibición heredadas de los salones. En este sentido, merece la pena destacar en primer lugar la llamada «La última exposición futurista: 0,10», en Petrogrado, en 1910.
Una exposición que trataba de dar cuenta de la vanguardia rusa y se alejaba de la influencia occidental o europea, aunque reconocía al mismo tiempo la conexión con el futurismo y el cubismo. La exposición se estructuraba en dos áreas destinadas a mostrar la obra de Kasimir Malévich y Vladímir Tatlin. En relación con la instalación de este último, también se incluyeron obras de Vera Pestel, Liubov Popova y Nadezhda Udaltsova. Esta exposición ha sido catalogada como contenedora de una de las más reconocidas instalaciones de vanguardia, sobre todo, por la manera asimétrica que Malévich emplea a la hora de mostrar su obra Cuadrado negro (1915), que estaba colocada en una esquina justo debajo del techo, en la posición tradicional donde los iconos religiosos presidían las casas en Rusia. La posición de la obra en el espacio «desplegaba la asociación religiosa de su ubicación para sugerir la búsqueda de un mundo material de tres dimensiones a través de una nueva forma de conciencia» artística y del espacio expositivo (Altshuler, 2008, pág. 173). Por su parte, Tatlin mostraba su obra en otra habitación y a partir de una instalación que incluía obras de las artistas Popova, Udaltsova y Pestel y que calificó como «exposición de pintores profesionales» reivindicando también la esquina como lugar de intervención, es decir, el lugar asociado a los relieves religiosos y que reivindicaba la usurpación del espacio de poder hegemónico por parte del arte –algo que solamente se tomaría conciencia de ello tras la Revolución Rusa de 1917, cuando los artistas de vanguardia asumieron el control de las escuelas de arte y trasladaron la estética constructivista a las fábricas, a los talleres y a las calles.