3.3. A partir de 1990. Ejemplos de comisariado ante los nuevos contextos del cambio de siglo
3.3.3. «Intervenciones urbanas» (1994) y «Colisiones» (1995)
Durante los años noventa, nuevos emplazamientos para el arte emergen desde la periferia. Contextos locales con sus casuísticas culturales, sociales, políticas proponen sus propias dinámicas artísticas frente a las dinámicas de los grandes centros neurálgicos del arte internacional. En este sentido, el contexto artístico del País Vasco, provisto de una trayectoria de vanguardia local propia que puede rastrearse desde comienzos del siglo XX, se activa de una forma singular por medio de equipamientos institucionales que son apoyados desde la Administración pública local a partir de la Transición española. Este es el caso de Arteleku, una institución que abre sus puertas en 1987 en la ciudad de Donostia (San Sebastián) y que permanecerá activa hasta 2012. Arteleku, mediante sus diversas fases y procesos, con los años se establece como un espacio de arte dedicado a la educación artística no reglada, al tiempo que se centra en la producción mediante un programa internacional de residencias. Si algo destaca en el hacer de esta institución es el encuentro que genera entre artistas, pensadores y pensadoras, críticos y críticas, comisarios y comisarias, productores y productoras mediante diversos formatos discursivos y pedagógicos. En este sentido, los talleres (dirigidos bien por artistas como por comisarios y comisarias, pensadores, etc.) que esta institución organizará durante varios años servirán para ofrecer un espacio de trabajo propio a cada uno de los y las participantes seleccionados y seleccionadas mediante su programa de residencias, al mismo tiempo que ejercitarán procesos experimentales educativos y llevarán a cabo proyectos de intervenciones artísticas en la ciudad de Donostia. De este modo, Arteleku consigue forjar una personalidad propia como institución situada entre varios formatos: el taller como experiencia educativa; la exposición como intervención site-specific; lo discursivo mediante diversos medios (conferencias, seminarios, encuentros); la edición de una revista propia, Zehar, y la producción artística más directa, para lo que ofrecerán los equipamientos y medios necesarios a sus residentes y a cualquier usuario o usuaria que lo solicite para producir obra (escultura, pintura, serigrafía, impresión, edición de vídeo, etc).
El modelo de Arteleku, nos sirve aquí para ampliar la noción de comisariado y su relación con el contexto. Desde esta institución, se promoverán formas híbridas de producción entre la educación y la producción artística con un anclaje sobre el contexto inmediato de la ciudad de Donostia (San Sebastián), donde se encuentra el centro. En este sentido, los talleres de Arteleku, activarán proyectos expositivos donde los y las jóvenes participantes mostrarán sus procesos de trabajo junto a artistas internacionales de renombre. Destacan dos proyectos en esta línea de actuación que también proponen una interesante forma de pensar la relación entre comisariado y la noción de contexto: «Intervenciones urbanas» (1994), un taller dirigido por el artista Antoni Muntadas, y «Colisiones» (1995), dirigido por la comisaria francesa Corinne Diserens. En el caso de «Intervenciones urbanas», el taller contaba con una lista internacional de invitados e invitadas, entre los que se incluían a Hans Haacke, Krzysztof Wodiczko, Beatriz Colomina y Eugeni Bonet, entre otros y otras; y entre el grupo de participantes, estaban Ricardo Basbaum, José Ramón Ais, Daniel García Andújar, Ines Schaber y Natxo Rodríguez, entre otros muchos. El taller combinada sesiones discursivas y de análisis de las prácticas con los invitados e invitadas y la posibilidad de participar en un proyecto de intervención urbana en la ciudad. En este sentido, los invitados e invitadas realizaban proyectos específicos en este contexto al mismo tiempo que los y las jóvenes participantes podían también desarrollar sus propias propuestas en ese mismo marco.
El taller contaba también con una publicación específica que recogía contribuciones de todos los implicados e implicadas. Las contribuciones daban cuenta de las formas que se desplegaron en la ciudad, pero también de los procesos reflexivos que los acompañaban, sobre todo, en relación con la progresiva privatización del espacio público y la degradación de la noción de lo público por parte de una función utilitarista del término desde el sector privado. Entre las intervenciones destaca «NBP», de Ricardo Basbaum, que por primera vez se activaba en el contexto de esta iniciativa invitando a llevarse el objeto o escultura a casa y a utilizarlo durante un mes. También se llevó a cabo una acción colectiva propuesta por Hans Haacke. Esta experiencia colectiva consistió en una visita organizada a las oficinas del Museo Guggenheim de Bilbao mientras el edificio estaba en proceso de construcción, donde el grupo, junto con Haacke, se reunió con el director, Juan Ignacio Vidarte, para introducirles el museo que, tres años más tarde, abriría en Bilbao. Durante la visita, que fue grabada en vídeo, los miembros del grupo llevaban puesta una camiseta serigrafiada en Arteleku donde se podía leer la cantidad de dinero invertido hasta la fecha para la ubicación del museo en la ciudad de Bilbao, algo que en sí mismo podía leerse como una acción de protesta. Asimismo, Bosshard y José Ramón Ais buscaban en los archivos de la policía el rastro de unos monumentos desaparecidos (Chillida, 1994, pág.78).
En cuatro semanas se condensaba la realización de los proyectos en el espacio público junto a la discusión y controversia que surgían tras ellos.
«Las propuestas individuales y de grupo avanzaban simultáneamente filtrándose en la trama de la ciudad.»
Con el taller de «Colisiones», dirigido por Corinne Diserens y Francis Gomila, se refuerza la lógica en Arteleku de combinar una experiencia educativa mediante el formato «taller» con la producción de un proyecto específico que se despliega de manera orgánica en el espacio público de la ciudad. Una vez más, lo novedoso en esta iniciativa, igual que en «Intervenciones Urbanas», reside en el hecho de que los y las jóvenes participantes realizan proyectos individuales o colectivos dentro del marco conceptual del proyecto. En definitiva, la experiencia pedagógica se desarrollará en un contexto de trabajo a partir del cual:
«[…] se les ofrecerá a los/as artistas jóvenes la oportunidad de desarrollar nuevos proyectos y procesos de trabajo en un marco de diálogo y encuentro con artistas y curators internacionales, que intervinieron como invitados».
«Colisiones» tuvo lugar de agosto a octubre de 1995 y contó con varias fases e iniciativas, entre ellas, una exposición colectiva con obras de artistas internacionales y estatales, diversas intervenciones en el espacio urbano y un programa de cine y vídeo en el mercado del barrio de Gros, un edificio que iba a ser derribado poco después de ese verano y que albergó también diversas intervenciones del grupo. El proyecto ponía en valor las prácticas artísticas de los años sesenta y setenta, lo que creó un vínculo fuerte con la generación de los noventa, prácticas que, de hecho, durante los ochenta quizás habían quedado algo olvidadas. Ambas generaciones compartían intereses comunes ante el formato de la instalación en vídeo realizado:
«[…] con el procedimiento del circuito cerrado o la imagen en diferido creando la ilusión de un acontecimiento a tiempo real, instalaciones marcadas por la psicología, donde el espectador es sujeto y objeto de la mirada […], el desarrollo de nuevos espacios alternativos fuera de las galerías, propuestas basadas en el tiempo y el espacio frente al trabajo permanente, propuestas interdisciplinares (instalación, performance, vídeo, film, poesía, lenguaje)».
Esta iniciativa usaba como emplazamiento un edificio que pronto iba a desaparecer debido a las dinámicas de regeneración urbana activas en el centro de la ciudad de Donostia, con la intención de provocar un encuentro entre generaciones, intereses y prácticas, lo que hace posible, como expresa su comisaria, que «el dispositivo pueda ser a la vez concepto de la obra e instrumento de una propedéutica». De esta forma, el programa de proyecciones se acompañaba de diversas intervenciones de los y las participantes, entre las que destaca la obra de Lara Almarcegui, quien propuso pintar la fachada del edificio del mercado justo antes de que fuera demolido, «subrayándose así la no funcionalidad de la acción. Pero, y por lo mismo a la vez, el hecho de que, era una acción muy eficaz para hablar de la especulación, del pasado y el futuro del barrio».
En este contexto se proyectaron varias películas de Gordon Matta-Clark y un programa que incluía trabajos de Linda Benglis, Vito Acconci, Allan Kaprow, Robert Smithson, Nam June Paik, Dan Graham, etc. El taller también contaba con una exposición instalada en la sala de Arteleku que contó con obras de Francesc Torres, Cildo Mereiles, Joan Jonas, Gina Pane, Bruce Nauman, Michelangelo Pistoletto, etc., y en la ciudad se reconstruía la obra Open House de Gordon Matta Clark (1972). Entre los y las participantes del taller se encontraban Gerard Byrne, Lara Almarcegui y Toni Crabb, entre otros y otras, y entre los invitados e invitadas al taller se contó con Catherine David, Hans-Ulrich Obrist y Guillermo Gómez-Peña.