1.1. La centralidad del comisariado en el mundo del arte
¿Qué hacen los comisarios? ¿Cómo se relacionan con los artistas, con las instituciones, con los públicos? ¿Qué exposiciones e ideas han marcado la historia reciente del comisariado? ¿Qué discursos sociales y políticos han contribuido al auge y al cuestionamiento de esta disciplina? ¿Cuándo y por qué se convirtió el comisariado en una pieza fundamental del entramado artístico? A lo largo de los próximos cuatro apartados iremos dando respuesta a estas y otras preguntas, pero empecemos ahora por la última de la lista.
Conservador, comisario o curator
El origen del término se identifica con el latín curare, que significa ‘cuidar’. En España se puede distinguir entre «conservador» (habitualmente usado para el personal que dentro del museo se dedica a custodiar los objetos de una colección) y «comisario» (más identificado con el arte contemporáneo, las exposiciones y los profesionales independientes). En el mundo anglosajón se utiliza el término curator para ambas acepciones (la institucional y la de freelance). La influencia de la literatura escrita en inglés hace que a lo largo de este texto utilicemos el término curatorial en numerosas ocasiones.
La configuración del mundo del arte actual en una malla de innumerables nodos entrelazados –desde las escuelas de bellas artes, pasando por las galerías comerciales, las revistas especializadas, las ferias internacionales, los espacios independientes y hasta los centros de exhibición públicos y privados– favorece la emergencia y consolidación de una actividad caracterizada por su capacidad para conectar personas, objetos e ideas. Aunque la figura del conservador de museo, e incluso del comisario independiente (freelance), ha tenido una importancia creciente en el mundo del arte desde la década de los sesenta, parece haber un acuerdo en el que la importancia internacional de esta actividad profesional puede situarse en la década de los noventa, particularmente en relación con la expansión mundial del formato de la bienal de arte contemporáneo. La bienal, con sus ediciones en lugares tan diversos como Gwangju, Venecia, Sídney, Johannesburgo o São Paulo, su mezcla habitual de artistas locales y transnacionales, su compleja logística, así como sus múltiples roles en el desarrollo de la reputación internacional de una ciudad, demuestra la dificultad de la historia del arte como disciplina centrada en Occidente para responder adecuadamente a esta situación heterogénea. Por el contrario, la comisaria, cuya formación y experiencia podía, hasta hace poco, ser variada (desde la teoría cultural hasta el periodismo, y desde la práctica del arte hasta la sociología, la filosofía o la economía), se posiciona como una mediadora receptiva, adaptable y complaciente mejor equipada para confrontar un mundo del arte global y en red.
Además, esta reorganización de las instituciones artísticas, incluidas las bienales, hacia modelos en red viene acompañada por una implosión de agentes y contenidos. Ante la ampliación del mundo del arte y la multiplicación de la producción cultural en todos sus aspectos, se hace cada vez más imprescindible una guía que ayude a navegar este universo; pero no una guía cuyos consejos sean una lista cerrada de preferencias, sino más bien una serie de sugerencias que abran nuevas posibilidades y opciones. Comisariar, en su acepción más básica, se refiere al proceso de realizar una selección en base a un criterio conocido o no especificado. En este sentido, el comisario Peter Eleey explica que, en su uso expandido, la palabra se refiere a «editores y guías que proporcionan un filtro confiable en la nueva economía, ayudando a reducir el ruido generado por el aumento dramático de la cultura y la producción de información».1 Sin embargo, las comisarias –incluidas las que trabajan en museos– son cada vez más conscientes de que sus selecciones deben facilitar la activación de los públicos, lo que permite que los espectadores intervengan de forma directa o indirecta en la construcción de los proyectos.
Por ejemplo, en Tate Modern: The Handbook, la colocación de las obras de la colección permanente de la institución de arte contemporáneo más visitada del mundo no se describe como una narración histórica del arte, sino como un abanico de posibilidades que proporciona «formas alternativas de mirar», «un punto de vista que cambia continuamente» y que permite «establecer nuevas conexiones».2
En sentido estricto, tales estrategias curatoriales podrían criticarse por fabricar a sabiendas la ilusión de elección para públicos que, en realidad, tienen poco que decir. Desde una perspectiva más cómplice, se podría argumentar que las comisarias son conscientes de la necesidad de construir un significado que se alinee con un nuevo conjunto de valores como la participación, el compromiso y la interacción. En cualquier caso, el hecho de que el mundo del arte se organice principalmente como una estructura en red en la que se da prioridad a la flexibilidad, la conectividad y la horizontalidad, favorece a la comisaria como profesional, al comisariado como actividad y a lo curatorial como discurso.
1. Peter ELEEY (2013). «What about responsibility?» En: Jens HOFFMANN (ed.). Ten Fundamental Questions of Curating (pág. 114). Milan: Mousse Publishing.
2. Frances MORRIS (2010). «From Then to Now and Back Again: Tate Modern Collection Displays». En: Tate Modern: The Handbook (2.ª ed., pág.27). Londres: Tate Publishers.