2.3. «Magiciens de la Terre», Centre Georges Pompidou y Grande Halle La Villete, París, 1989. Comisario: Jean-Hubert Martin.
Ejemplo temprano de exposición internacional de arte contemporáneo dada la inclusión en las salas parisinas de artistas procedentes de todos los continentes. La voluntad inclusiva de su comisario y la decisión de organizar las intervenciones como propuestas individuales, en vez de como representaciones nacionales o colectivas, no dejó de tener detractores para quienes el proyecto era un ejemplo más de la imposición de los valores occidentales sobre el resto de realidades.
La exposición de Szeemann, como veíamos, incluía artistas provenientes de EE. UU., Holanda, Italia, Reino Unido, es decir, solo de países occidentales. Veinte años más tarde, y como parte de las celebraciones conmemorativas de los doscientos años de la Revolución Francesa, se presentó en las salas del Centro Pompiduo y La Villete, de París, una gran exposición que buscaba abrir las instituciones de Europa Occidental a artistas provenientes de otros lugares del mundo. «Magiciens de la Terre», comisaria por Jean-Hubert Martin (1944), pretendía abordar el problema de la infrarrepresentación de artistas no occidentales bajo la premisa de ser «la primera verdadera exposición internacional de arte contemporáneo procedente de todo el mundo».4 Para ello, Martin seleccionó cien propuestas artísticas: cincuenta realizadas por artistas occidentales y cincuenta provenientes de otros países. Todas estas obras, instalaciones y trabajos de distinta índole se exhibieron en igualdad de condiciones, y a los artistas se les consideró creadores individuales y no representantes de un área geográfica o de una cultura concreta.
En las salas de La Villete se pudo ver, por ejemplo, uno de los círculos de barro del artista inglés Richard Long junto a una escultura para suelo de los artistas aborígenes australianos Paddy Jupurula Nelson y Neville Japangardi Poulson (fig. 3). También la obra del artista Huang Yongping, Reptiles (1989), que consistía en montañas de periódicos chinos que tras haber pasado por las lavadoras incluidas en la instalación se disponían en forma de tortugas; la recreación por parte del artista español Evru/Zush de su propio estudio o las máscaras del creador beninés Dossou Amidou. Mientras, otra de las obras –un cartel en sus característicos blanco, negro y rojo de la estadounidense Barbara Kruger– planteaba una serie de preguntas sobre la naturaleza del artista: «¿Quiénes son los magos de la tierra? ¿Los médicos? ¿Las secretarias? ¿Las vedettes de la televisión? ¿Los políticos? ¿Los soldados? ¿Los sin hogar?» (fig. 4).
La exposición supuso un inédito intento curatorial por mostrar de forma igualitaria a artistas de distinta procedencia. Su comisario buscaba así evitar jerarquías o proyecciones acerca del centro y la periferia y establecer como nexo de unión entre los creadores su común vocación estético-espiritual. Como escribía Hubert en el catálogo de la exposición:
«La propia idea de “obra de arte” es una invención propia de nuestra cultura. Muchas otras sociedades no tienen este concepto. Y sin embargo estas otras culturas también crean objetos visuales y estéticos que funcionan como receptáculos de lo espiritual. Es este potencial espiritual que impregna tanto los objetos sagrados y mágicos como las obras de arte lo que la exposición Magiciens de la Terre quiere explorar».
Sin embargo, esta asociación entre artista y mago, propuesta por Martin como marco de interpretación compartido para obras de procedencia y naturaleza tan dispar, fue ampliamente cuestionada ya en su momento. Para muchos suponía una descontextualización y despolitización del arte y una visión romántica del rol del artista asociado a lo telúrico y a lo no racional. «Magiciens de la Terre» fue incluso vista como un ejercicio colonial por parte de Francia con el que demostrar que aún conservaba una importancia global, al menos en lo cultural. También se cuestionó la imposición de ciertos valores individualistas e incluso neoliberales en creadores que provenían de contextos donde la comunidad era más significativa que el individuo y la introducción al mercado del arte de un montón de prácticas que hasta entonces no habían estado regidas por principios comerciales. Pensemos, por ejemplo, en las máscaras ceremoniales del artista beninés Dossou Amidou. Originalmente, se realizaron para festividades y ritos como parte de las tradiciones de una comunidad. En París se presentaron como el resultado de un trabajo individual, fuera de su espacio de significación habitual y listas para su comercialización en Occidente como productos puramente estéticos.
«Primitivismo en el arte del siglo XX. Afinidad de lo tribal y lo moderno», 1984
Esta exposición, comisariada por William Rubin y Kirk Varnedoe en el MoMA de Nueva York, pretendía revisar la influencia, sobre todo formal, del arte africano y aborigen en los artistas europeos de las vanguardias históricas. Pero mientras los segundos eran identificados con nombres y apellidos, los primeros eran expuestos como ejemplos de lo exótico, lo atemporal y lo primitivo, lo que evitaba también cualquier interpretación más problemática de las relaciones entre distintas culturas.
A pesar de estas casi inevitables críticas, la exposición supuso un incuestionable avance frente a otros ejemplos curatoriales simultáneos de presentación de artistas no occidentales en las instituciones museísticas, como la polémica «Primitivismo en el arte del siglo XX», inaugurada en el MoMA de Nueva York en 1984. «Magiciens de la Terre» también marcó un hito para la inclusión en el mundo del arte de artistas contemporáneos procedentes de Asia, África, América del Sur, Oceanía y Europa Oriental. La coincidencia cronológica de la exposición con la caída del Muro de Berlín y su vocación poscolonial la sitúan, en cualquier caso, como un precedente de la imparable importancia de los eventos trasnacionales (incluidas ferias y bienales) en el sistema global del arte actual.
4. Jean-Hubert Martin citado en Lucy STEEDS y otros (2013). Making Art Global (Part 2): ‘Magiciens de la Terre’ 1989 (pág. 235). Londres: Afterall Books.